lunes, 23 de abril de 2018

El día que se perdió el amor, Javier Castillo



Me gustaría dar una explicación, al hecho de leer nuevamente a un autor que no me dejó satisfecha con su primera novela. Javier Castillo, tuvo un éxito comercial con “El día que se perdió la cordura”, recuerdo que hice la reseña y dejé claro que las novelas con temática de sectas no gozaban de mi aplauso, aunque reconozco que estuvo bien como entretenimiento. En esta ocasión, traigo la segunda entrega de lo que bien podía ser una futura trilogía, “El día que se perdió el amor”, clara continuación de la anterior, un thriller de investigación policial cuyo motor son los recuerdos y el peso del pasado, convertido en best seller nacional avalado por el éxito editorial de su predecesora.
«A veces el amor te pone en el camino equivocado para que sepas cuánto duele».
A las doce de la mañana del 14 de diciembre, una joven llena de magulladuras se presenta desnuda en las instalaciones del FBI de Nueva York con varias notas amarillentas en la mano. El inspector Bowring, jefe de la Unidad de Criminología, intentará descubrir qué oculta la joven y su conexión con otro caso, el de una mujer que aparece decapitada horas más tarde y cuyo nombre coincide con el que estaba escrito en una de las notas. A medida que avance en la investigación se dará cuenta de que este caso abre antiguas heridas difíciles de cicatrizar.
Visto la cantidad de seguidores con los que cuenta este joven escritor, está de más decir que algo bueno tendrá su pluma que gusta tanto. Es la novela “pegamento” con inicio “trampolín” cuya introducción en las primeras páginas enganchan al lector por las grandes dosis de intriga y personajes de acciones espontáneas y resolutorias. Ambientada en los EEUU, Javier confiesa que no es accidental esta elección, al seguir el esquema de thriller americano de estilo directo y rápido, entendía que allí era el lugar perfecto para hacerlas creíbles.
La novela recupera la historia de sectas narradas en la anterior entrega, no obstante se pueden leer individualmente, de ahí las similitudes que guarda con ella. Planteada en diferentes hilos argumentales y temporales, arranca en un determinado día y en una situación geográfica concreta, la estructura se presenta de forma sencilla a través de la división en capítulos pequeños, un total de 57, predecidos por una introducción y cerrada con un epílogo. Hay un ir y venir del presente al pasado en una alternancia continua de capítulos que hacen avanzar la historia bajo un paralelismo de voces y acciones temporales. Un narrador omnisciente es el testigo que todo lo ve y lo cuenta, llegando a dar consistencia al argumento. Comparte estilo y personajes de “El día que se perdió la cordura”, por lo que ha resultado familiar la aparición de dichos protagonistas.
Entretenido y sin grandes pretensiones, muy semejante a su primera entrega, aparecen los ingredientes de cualquier novela de intriga, se mezclan diferentes nudos, escenarios, suspense y tensión que afortunadamente no decae. Las tramas se entrecruzan en determinados capítulos y eso genera algún giro argumental de agradecer.
Mi opinión personal, no es diferente a lo dicho hasta ahora, es predecible, los personajes son planos y carentes de credibilidad, las soluciones bastante irreales y el tema “secta” no me acaba de convencer, aunque reconozco que en la sociedad americana juegan un papel incuestionable.
Recomendada sin reparo porque hay un público muy enganchado a este formato de thriller psicológico, al fin y al cabo es una historia bien contada y estructurada, fácil de seguir y que sin grandes miramientos convence y entretiene…, la ideal para el verano que se acerca a pasos agigantados. Os gustará.
“Cuando la vida sea dulce, agradece y celebra. Cuando la vida sea amarga, agradece y aprende”.

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