viernes, 22 de diciembre de 2017

La tía Julia y el escribidor, Mario Vargas LLosa


Siguiendo la costumbre de volver a leer novelas que me dejaron una huella inolvidable, ha sido casi obligado detenerme en “La tía Julia y el escribidor”. No recuerdo los años que hace que la leí ni las veces que la he podido recomendar cuando me refería a Mario Vargas Llosa. Ahora que reseño los libros que leo y algunos que repito por pura añoranza, me reafirmo en lo mucho que disfruté entonces y en la oportunidad de poder compartirlos desde mi humilde labor de bloguera.
“El joven de dieciocho años Mario Vargas trabaja en una radio peruana, cuyos jefes han traído desde Bolivia al más exitoso escritor de radioteatros, Pedro Camacho, un individuo excéntrico que aparte de escribir sus libretos, también los interpreta. Al tiempo, Marito se enamora de la tía Julia, una pariente política suya, divorciada y de treinta años. Ese amor prohibido desafía a la amplia familia del aspirante a escritor que inicia toda una odisea para poder consumarlo”.
Puede hacer más de treinta años que topé con este libro en las estanterías de mi casa cuando era adolescente; la portada me atrapó, tantas fotos pequeñitas montadas unas encima de otras me invitaron a curiosear entre los renglones de una novela que desde sus primeras páginas consiguió algo muy importante, hacerme reír. Si no me equivoco ya había descubierto al peruano Varguitas con “Pantaleón y las visitadoras”, de manera que me era familiar su estilo y no necesitaba más razones.
Gracias al paso de los años y a la madurez que tengo tras décadas de lectora, hoy puedo entender mejor a la Tía Julia y al Escribidor, y apreciar que además de ser un libro curioso y divertido, es la historia de amor de nuestro Premio Nobel, quien en su etapa de joven escritor principiante, desafío a la sociedad limeña de los años cincuenta con un amor cuestionado y prohibido.
Dos argumentos van corriendo de manera paralela, lo hacen intercalando capítulos correspondientes a la relación de Mario y Julia con las historias de Pedro Camacho, el escribidor de relatos folletinescos de gran ingenio en los que se mezclan situaciones hilarantes y desquiciadas de personajes no menos surrealistas y curiosos. Los capítulos pares se reservan a la historia autobiográfica de Vargas Llosa, y los impares a las vivencias personales y labor de guionista del segundo gran protagonista de este libro, Camacho, quien desbordado por el exceso de trabajo, acaba mezclando a sus personajes radiofónicos provocando un caos en las historias, algo que acaba con su ingreso en un psiquiátrico.
Aunque la estructura pueda parecer algo compleja, la presentación en capítulos lo simplifica todo. No cuesta trabajo seguir el día a día de Varguitas con su tía y la evolución de su historia de amor, y por otro lado, familiarizarnos con las radionovelas de Camacho, historias ocurrentes, pícaras y por supuesto altamente surrealistas. Los estilos son muy diferentes; y mientras los primeros destacan por un tono muy literario, los segundos representan la literatura de consumo que forma parte imprescindible de la cultura popular. Un homenaje merecido a los seriales de un pasado que llegaban a una inmensa mayoría de radioyentes.
Para animaros deciros que el humor juega un papel estelar en el libro, especialmente en la parte folletinesca gracias al lenguaje redicho, irónico y emotivo utilizado por el escribidor para confeccionar un retrato esperpéntico y a la vez real de la sociedad limeña de la época. Un derroche de imaginación que acompaña a una narración bajo el paraguas del humor fino y elegante de Llosas.
Sobra decir que me gustó y que me ha vuelto a gustar, que los diálogos cortos y las buenas descripciones suavizan la profusión de vocablos latinos, que no dejan de ser una dificultad cuando no estás familiarizados con dichos localismos, pero que no es razón de peso para dejar de admirar la riqueza y elegancia de su lenguaje.
Imposible no detenerse en la galería de personajes que protagonizan estos cuentos al más puro estilo realismo mágico, y los secundarios que rodean a Varguitas en su realidad social, todos formando parte de aquellos años como estudiante de derecho y aspirante al escritor que es hoy.
No solo es divertida, se atreve a presentar la sociedad hipócrita que le tocó vivir, las manifestaciones de racismo de las que fue testigo y el clasismo que imperaba en un régimen militar de una época con demasiado rotos y descosidos de una burguesía falsa y conservadora.
Os gustará por sus escenas tremendistas que rayan lo absurdo y porque la mezcla de personajes a medida que avanza la locura de Camacho es un no parar de reír. No descarto una tercera vez aprovechando que se puede saltar de los pares a los impares. De verdad espero que la disfrutéis.
“Cada uno de nosotros guarda algo desconocido de las vidas ajenas”.

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