domingo, 3 de diciembre de 2017

La mujer de la libreta roja, Antoine Laurain


Pasear entre las estanterías de la biblioteca de mi ciudad, me ofrece en no pocas ocasiones la oportunidad de topar con pequeñas obras de arte que hacen de la lectura un disfrute íntimo y especial. Tener un ratito para este placer es algo que me permito bastante a menudo y más si cada vez que lo hago acabó encontrando relatos como “La mujer de la libreta roja”.
“Sus días de banquero pertenecen al pasado. Ahora, Laurent Letellier es el feliz propietario de una pequeña librería parisina. Cuando una mañana, camino del trabajo, se topa con un bolso de mujer abandonado sobre un cubo de basura, decide llevárselo a la tienda con la noble intención de devolverlo a su dueña. Desaparecidos el billetero y el móvil, su propósito parece casi imposible si no fuera porque, entre diversos objetos femeninos, Laurent encuentra una libreta roja llena de anotaciones, pensamientos y recuerdos. Cediendo a la curiosidad, se sumerge en la jugosa lectura y, como un si de un rompecabezas se tratara, empieza a reconstruir la vida de Laure, amparado por la excusa de hallar alguna pista que le permita localizarla”.
Me gustó la sinopsis, la trama sencilla que describe, el asunto del bolso con objetos que hablaban de toda una desconocida, la intencionalidad sana de Laurent por buscar a su dueña, “la libreta roja” depositaria de los secretos más íntimos de esa extraña y la labor detectivesca que presagiaba la nada desafiante tarea de restituir uno de los objetos más castigados por las mujeres desde el origen de los tiempos modernos.
Hay lecturas hechas para momentos especiales, para tardes acogedoras de lluvias, escasas por cierto, donde un libro de unas ciento cincuenta páginas con pretensiones justitas, van a garantizar unas horas de disfrute para los enamorados de esta pasión por leer. Novela bonita que no es pastelosa, bien escrita, detallista, amena, detectivesca, de narración envolvente como un cálido abrazo que te aporta serenidad y calor. Muy francesa, parisina diría yo, bastante predecible y me atrevería a decir poco original, pero imposible de abandonar cuando te pasea por la ciudad del amor en lo que es sin duda un gran homenaje a unas de las ciudades más bellas de Europa; un París que adquiere rango de personaje a través de esas descripciones y detalles que Antoine Laurain escribe en esta narración, que ya os digo se “lee en una tarde”.
El bolso perdido es el centro de acción que desencadena la trama, pero personalmente yo he disfrutado por el cóctel de emociones que en tan pocas páginas he percibido. Es una historia de amor, relato detectivesco y proyecto de persistencia y desafío de nuestro protagonista principal. Nuestro librero parisino exbanquero, crea a partir de un cuaderno con frases carentes de sentido, un personaje construido por sí mismo del que se enamora, a quien no ha visto nunca y que tiene que encontrar como empresa de vida. Muchas proposiciones que encierran un acto cívico digno de aplaudir, una búsqueda incansable y una no menos preocupante obsesión amorosa.
Narrado en tercera persona, ausencia de diálogos que no se echan de menos en la narración, capítulos muy cortos, giro argumental que sorprende, buen final y continuas alusiones literarias que refuerzan la ambientación de nuestro librero; estos y otras licencias literarias dan forman a una lectura que me ha recordado mucho a la famosa “Amélie” y que no siendo inolvidable, tardaré en olvidar.
Recomendada especialmente para los que como yo tenemos el vicio de escribir en pequeñas libretas que siempre nos acompañan o para las que llevan los bolsos a reventar con objetos que nunca usan y que siempre son imprescindibles, para los que disfrutan de un sillón y un café, para los adictos a los libros y para los que quieren conocer París sin viajar…, os gustará. 
   “A mi modo de ver, una ciudad no es una ciudad sin una librería. Puede llamarse a sí misma ciudad, pero a menos que tenga una librería no engaña a un alma”.

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