miércoles, 22 de noviembre de 2017

Berta Isla, Javier Marías

Antes de comenzar la última novela de uno de los escritores que más he leído en los últimos años, he hecho balance de las obras que han pasado por mis manos y hasta yo me he sorprendido de lo muchas que son. Quiero recordar que comencé con “Negra espalda del tiempo” y “Corazón tan blanco”, “Tu rostro mañana”, “Así empieza lo malo”, “Mala índole” y “Los enamoramientos”, siguieron a estas primeras y quizás desordenadas lecturas de este escritor de prosa elegante e inteligente del que siempre acabo aprendiendo algo. Es probable que se me olvide alguna, pero hoy toca reseñar la última de las entregas de Javier Marías que lleva nombre de mujer, “Berta Isla” y que siguiendo las líneas de su narrativa, ha vuelto a deleitarme con un retrato de personajes dentro de un cuadro de “vidas secretas”, en un marco temporal que abarca treinta años de Historia, adornados con los detalles de aquellos acontecimientos que marcaron unos de los siglos más convulsos de la Historia de la Humanidad.
«Durante un tiempo no estuvo segura de si su marido era su marido. A veces creía que sí, a veces creía que no, y a veces decidía no creer nada y seguir viviendo su vida con él, o con aquel hombre semejante a él, mayor que él. Pero también ella se había hecho mayor por su cuenta, en su ausencia, era muy joven cuando se casó. »
Muy jóvenes se conocieron Berta Isla y Tomás Nevinson en Madrid, y muy pronta fue su determinación de pasar la vida juntos, sin sospechar que los aguardaba una convivencia intermitente y después una desaparición. Tomás, medio español y medio inglés, es un superdotado para las lenguas y los acentos, y eso hace que, durante sus estudios en Oxford, la Corona ponga sus ojos en él. Un día cualquiera, «un día estúpido» que se podría haber ahorrado, condicionará el resto de su existencia, así como la de su mujer.
Lo primero que me llamó la atención fue su  volumen, más de quinientas cincuenta páginas con una sinopsis poco clara y algo confusa, confieso que tardé en decidirme, lo hojeaba, abría y cerraba y veía párrafos demasiados densos y no me convencía; pasadas unas semanas lo compré y tras mantenerse aparcado un tiempo, casi como una tarea pendiente, comencé su lectura tal vez avalada por el escritor y confiando que dicha espera hubiera sido más un error que un acierto.
No es casual que la novela tenga un nombre de mujer, aunque al principio esperé una historia de espías y las aventuras que le depararían a Tomás, nada de esto es el eje de este libro, en realidad la verdadera protagonista es Berta, quien narra en primera persona una historia de “espionaje” pero contada al revés, por quien espera y no por quien actúa. Me atrevería a decir que es un relato de vida donde el “amor” juega un papel muy importante, los compromisos, los silencios, la soledad, las verdades a medias, las contradicciones y los misterios que rodean una relación de pareja desigual, en la que Tomás ha tenido la oportunidad de elegir y sin embargo la imposición marca el destino de nuestra “Penélope” del siglo XX.
El nudo de la trama gira alrededor de una espera interminable de un regreso cargado de incógnitas y de una paciencia que se soporta sin preguntas incómodas. El escenario de espionaje, es meramente un decorado, un trasfondo para construir unos personajes que evolucionan admirablemente a medida que transcurren sus vidas plagadas de secretos y dudas, en las que Berta representa la fragilidad y el silencio en una lucha constante con su fortaleza y rebeldía.
En las reflexiones interminables del autor creo que está la clave de la trama  de esta novela, la ausencia de esta mujer es el verdadero centro del argumento, sus recursos para gestionarla, la incondicional manera de aceptar aquello que desconoce, su serenidad para mantenerse en la oscuridad de cuanto le rodea e ignora y la capacidad para haber vivido décadas en este orden de cosas. Es sin duda ella, Berta, la dueña de su propia narración.
Me ha llamado la atención la presencia de personajes que ya han aparecido en otras novelas de Javier, así como los temas del regreso, la espera y la desconfianza, que son igualmente muy utilizados en sus obras. Por poner alguna pega puedo quejarme de las frases tan estiradas que solo se acaban porque se lee en silencio, las reflexiones excesivamente concisas que no te dejan nada que opinar y que reflejan el carácter curtido como ensayista de este artista de las letras contemporáneas y el estilo complejo que acaba siendo suavizado gracias al soberbio manejo del lenguaje y a los diálogos acertados que aportan fluidez a la lectura.
Recomendada para los seguidores de “Marías”, advertir que en sus primeras páginas no gusta tanto como en las que se suceden, que hay un secreto para el lector que justifica la actitud de este marido tan querido por nuestra “Berta” y que no encuentro razones para pensar que no os acabará gustando, o eso al menos os deseo.

“La arena del desierto es para el viajero fatigado, lo mismo que la conversación incesante es para el amante del silencio”.

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