lunes, 30 de octubre de 2017

Orfancia, Athos Zontini

Esta es sin duda la portada que nunca invitaría a detenernos como opción ambiciosa de lectura. El niño de rostro indefinido y ojeras marcadas junto a un título que se presta a confusión, no en vano dicha palabra quiere decir, carente de infancia y no huérfano de padres como podría pensarse. Es evidente que él es el protagonista, desde su visión de preadolescente nos narra la interpretación de un mundo de adultos lleno de incógnitas y preguntas por resolver.
Un niño demasiado delgado dentro de un mundo demasiado insípido. Un padre y una madre obsesionados con la comida: una lucha en familia que sólo puede acabar en tragedia. O en comedia, en una comedia muy negra.
«Cada día es una lucha. Dicen que crezco débil y torcido, que no soy normal porque apenas tengo un hilito de grasa encima, que los otros niños, a mi lado, parecen gigantes. Dicen que tengo que comer, que no es posible que un niño de mi edad nunca tenga hambre. Pero yo no quiero comer.»
El protagonista de Orfancia se siente perseguido por sus padres, una pareja de Nápoles que quiere verlo rollizo y feliz. Él está convencido de que, llegado el momento, todos los adultos devoran a los niños y no tiene claro que quiera acabar así. Pero la vida tiene un sabor imposible de resistir.
Athos Zontini ha escrito una novela diferente, sensible y entretenida; lo ha hecho a modo de fábula para adultos, con fondo de cuento, bajo un planteamiento tremendamente original. Este napolitano utiliza la voz de un niño para narrar una historia dura que no es más que la percepción infantil del cambio hacia la madurez. Retrato de una infancia con sus traumas y temores, en definitiva un cuento inquietante en el panorama literario moderno.
Cuando empecé su lectura estuve tentada a abandonarla, me sitúe erróneamente en el temido tema de la anorexia, pero sin querer descubrir que era un arma de este niño para mostrar su rebeldía frente a la sociedad, a sus padres, a las exigencias, a las normas y a todo contra lo que no estaba de acuerdo. Nada más pensé que estaba queriendo ser distinto a todos. Luego el relato avanza  y la falta de apetito desaparece de escena y bajo un humor negro y cínico, el autor napolitano aborda a través del personaje temas de candente actualidad como, el acoso, el maltrato animal, el chantaje afectivo…, vamos que sin querer me ha ido alejando de cualquier posibilidad de empatizar con este niño de ideas “raritas”.
La historia se desarrolla a lo largo de un año de vida, dividida en las cuatro estaciones del año, narrada y escrita en primera persona, con diálogos continuos, buen ritmo, dentro de las novelas cortas que acaban ofreciendo un final abierto en el que la imaginación de los lectores juega un papel estelar.
Mis impresiones son contradictorias, no es un libro de alerta hacia la anorexia pero sí de alarma y atención hacia el impacto social de ciertas conductas que afectan al mundo de los adolescentes. Es dura porque en ella describe con todo lujo de detalles momentos muy crueles, la dificultad que entraña la pérdida de la inocencia y la importancia de la educación y la libertad en los entornos familiares. La ansiedad y desesperación de padres e hijos en el tránsito hacia la madurez está latente en todo el libro. Una manera de realismo maquillado con dosis de imaginación retorcida.
Recomendada con reticencias, las metáforas hay que entenderla, los recursos propios de una fábula hay que manejarlos y como dato a tener en cuenta, este napolitano es un genio de los guiones televisivos por encargo y en su primera novela así lo ha demostrado. El final es algo que cada uno debemos interpretar, aconsejo leerlo un par de veces para entenderlo…, solo el final, vale?.  

“Contar a un adolescente los hechos de la vida es como dar a un pez un baño”.

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