jueves, 25 de agosto de 2016

El niño en la cima de la montaña, Jhon Boyce

Desde que lo tuve delante, sufrí la llegada de imágenes que pedían paso atropellada y urgentemente con la intención de recordarme que podía ser la segunda parte del famoso “Pijama de rayas”, motivo suficiente para no dejarlo atrás y caer con fidelidad ante su “encanto”. En ocasiones la memoria tiene fisuras por las que se escapan lo esencial de ciertos acontecimientos de mi vida; este es uno de ellos..., cierto que sin querer se mezcló ese libro y hasta el viaje a Londres que sirvió para leerlo, pero igualmente refresqué mis impresiones de entonces y recuerdo que en la página 10 más o menos, supe el final de la novela y lo hice con rabia ya que no tenía más lecturas en español y quedaba condenada a privarme de lo que más me gusta hacer y especialmente cuando viajo.
No creáis que este rollo no tiene sentido, lo tiene. Con resquemor decidí dar una nueva oportunidad a Jhon Boyne, es un gran escritor, y con una buena corazonada lo saqué de la biblioteca, hoy me arrepiento de no haberlo comprado, me ha gustado bastante más que el anterior y confirmo que las comparaciones ni son buenas ni provechosas.
De padre alemán y madre francesa, Pierrot ha tenido una infancia no muy distinta de la de cualquier niño de su época. Sin embargo, nos hallamos en París, corre el año 1935 y la guerra que se avecina trastocará el destino de millones de personas. Tras la muerte prematura de sus padres, Pierrot deberá separarse de su íntimo amigo Anshel y abandonar Francia para vivir con su tía Beatrix, que trabaja de ama de llaves en una mansión imponente erigida en lo alto de una montaña. Pero no es una casa cualquiera; se trata nada menos que del Berghof, la enorme residencia que Adolf Hitler posee en los Alpes de Baviera.
Así, a sus siete años, alojado de manera involuntaria en el entorno íntimo del todopoderoso Führer, Pierrot se verá inmerso en un mundo tan extrañamente seductor como peligroso. En él no hay lugar para la inocencia, y cuando al final de la guerra es capturado por los aliados, Pieter —como ahora se llama— llevará un peso insoportable en su conciencia. A su regreso a París, abrumado por la culpa, un aspecto clave de la historia surgirá como una tabla de salvación, y el inesperado desenlace será una muestra más de la insondable dimensión del perdón y la amistad.
Al principio de mis reseñas en el blog, era enemiga de poner la sinopsis, hoy a petición de mis fieles seguidores, es algo que hago ya por sistema y parece que no va mal. Leída la misma, la verdad que promete..., yo la he entendido como una fábula de un niño en tiempos de guerra y por supuesto una invitación a la reflexión acerca de lo peor y lo mejor que inevitablemente está en la naturaleza humana.
Sin duda la trama es interesante y atrayente y hay que aplaudir que su autor lo haga en escasas doscientas cincuenta páginas, lo que demuestra su capacidad para contar mucho en poco espacio. En un contexto histórico como el de la Segunda Guerra Mundial, París 1935, no hace al conflicto y sus efectos el protagonista de esta novela, lo desvía hacia el impacto de “la llamada del poder”, algo a lo que es difícil resistirse desde que la Humanidad hizo acto de presencia. Es esa seducción del mal y el peso de la conciencia lo que domina el relato en su totalidad.
Escrito en tercera persona, narración muy ágil, mezcla de ficción y realidad en lo que a personajes y hechos se refiere, ambientación de lujo, de estilo sencillo y asequible; tanto que la recomendaría como lectura juvenil ya que a veces la manera de presentar los hechos roza el modo “cuento”; sin duda para descargar de crueldad lo que se puede leer entrelíneas.
No quiero engañar a los lectores y que piensen que los horrores de la guerra no hacen acto de presencia, sólo digo que maquillados si se compara con otras novelas de este escalofriante episodio de la Historia.
Sin duda la potencia la asume Pierrot, personaje que evoluciona hasta el final de sus días, donde se verá preso y víctima de la culpa, la conciencia y la necesidad del perdón. Es curioso que el autor ni lo demoniza ni lo justifica, ni siquiera le otorga carga de sentimentalismo para que podamos ser capaces de juzgarlo por nosotros mismos.
Evito desvelar detalles interesantes acerca de la política nazi, del Führer, de su crueldad para las juventudes que le rodearon y por supuesto de los proyectos que reservaba a sus semejantes. Es una parte necesaria en la novela.
Me ha gustado su estructura en tres partes muy bien definidas y la división en capítulos, ninguno denso, algo muy de aplaudir para lecturas como esta. Lo recomiendo mucho, es bueno sin comparaciones, refuerza la idea de que nadie está a salvo de ser vulnerables si la vida te lo pone muy pero que muy “jodido”. Siento la expresión pero es así de duro.
El hombre es un superviviente de su propia vida”.

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