miércoles, 20 de enero de 2016

El vuelo de la libélula, Martin Page

En no pocas ocasiones, una portada te atrae por su belleza y marca la diferencia entre elegir o rechazar un libro; otra cosa es cuando va acompañado de un argumento que más o menos convence. La verdad es que lo encontré en mis inmersiones bibliotecarias de domingos y me lo traje..., no va a ser inolvidable, pero como siempre, de todas las lecturas  algo se aprende.
Martin Page, es su autor, de nuevo la elección me coloca en la narrativa francesa, con una extensión muy aceptable, la justa para no condenarla al olvido, escrita en el 2004 y no por ello, lo que narra deja de estar de actualidad.
Fio Régale es una joven pelirroja de veintidós años. Reside en un espacioso apartamento parisiense, adora el té sin azúcar y la nieve, pinta cuadros y se gana la vida chantajeando al azar a hombres poderosos y adinerados: no necesita decirles qué han hecho ni qué información posee ella; uno de cada diez, paga. Sin duda lo lleva en los genes: su madre era atracadora de bancos y su padre un policía que, en lugar de detenerla, prefirió enamorarse de ella. Sin embargo, pese a que Fio se quedó huérfana a los seis años, ha sabido salir adelante. De pronto, su vida sufre un vuelco inesperado: uno de sus extorsionados, el célebre mecenas Ambrose Abercombrie, muere, y pide en su testamento que cuiden como se merece la magnífica obra pictórica de Fio. Como una libélula que aletea alejándose bajo la lluvia, la joven se internará en el glamuroso mundo del arte tratando de conservar intocadas la levedad y la frescura de su infancia.
En unas doscientas escasas páginas, Martin cuenta la vida de una joven de 22 años, llena de fantasías, unido al lastre de la orfandad y las tretas por la supervivencia, lo que la llevan a vivir de prácticas poco recomendables y algo peligrosas. Fio, es el personaje sobre el que recae el argumento de esta novela con fuertes connotaciones de burla social.
Lo que más me ha gustado es el mundo en el que se ambienta el relato; el arte, las subastas, los marchantes y por supuesto los artistas. No es nada del otro mundo, pero es cierto que Martin hace un retrato de la Humanidad un tanto banal y estúpido, en el que las cuestiones superficiales y los valores materiales priman por encima de los morales y eso nos lleva a configurar un mundo menos bueno.
Lenguaje sencillo, estructurada en capítulos, no aburre, como es habitual en mi, recomendaros que si la elegís, sea para terminarla y por supuesto pàra sacar conclusiones íntimas y personales.

La alegría es la manera de demostrar a la vida que no puede con nosotros y es la mejor manera de achicar la tristeza”.

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