lunes, 20 de julio de 2015

Nunca olvides que te quiero, Delphine Bertholon

Cuando te gustan las ilustraciones y pasas horas buceando en Internet y otros medios, acabas conociendo a pintoras como Nicoletta Ceccoli; sus producciones son mundialmente conocidas y precisamente atraída por una de ellas, choqué con la novela de Delphine Bertholou. Encontré un acierto la elección y al no disgustarme el argumento, le di una oportunidad a “Nunca olvides que te quiero”, entre otras razones porque el título te invita a recordar que no debemos olvidar a los que nos quieren.
Es la segunda novela que reseño de la escritora francesa enamorada de esta ilustradora italiana y que al igual que en la anterior portada, no hay relación entre la imagen y lo narrado.
Prefiero dejar un resumen y luego comentaros mis impresiones; Madison tenía 11 años cuando fue secuestrada. Alegre y divertida, desde muy pequeña ha desarrollado una fuerte personalidad repleta de positivismo y creatividad. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, pierde la esperanza de ser liberada, aunque encuentra un desahogo en el cuaderno que R., su amargado secuestrador, le ha dado. En él describe al detalle sus sensaciones, su añoranza, las tretas con las que consigue engañar a su captor y su gradual paso a la adolescencia Madi hace todo lo que puede para huir, aunque sin éxito.
Tal vez, la noticia de que su madre está nuevamente embarazada, transmitida por R. como la señal inequívoca de que ya ha sido olvidada, consiga que Madison reúna todas sus fuerzas en un último y desesperado intento por evadirse.
Con esta sinopsis, lo más habitual es pensar en un guión de película de sábado por la tarde, donde ya sabemos las pautas de actuación de cada protagonista, los sobresaltos que nos esperan y por supuesto predecir el final; sin decepcionaros, así es, tal y como os lo cuento, ni más ni menos. El tema principal del relato es el secuestro y la arquitectura de la novela se levanta alrededor del impacto social y familiar que genera un acontecimiento dramático como este ,en una localidad sea de la parte del mundo que sea.
Está narrada a tres voces, con dos líneas narrativas diferentes desarrolladas gracias a los recursos del monólogo y el diálogo, intercalados con grandes desequilibrios, prevaleciendo el primero por encima del segundo.
Madre e hija, utilizan la escritura como válvula de escapa para enfrentarse a sus destinos, las ausencias de ambas, quedan plasmadas en unas cartas y en un diario que, simultáneamente escriben con la esperanza de ser compartidas alguna vez, de tener fin este drama. Incluso la escritora se atreve con la poesía y las canciones como parte del repertorio elegido por madre e hija.
La elegí porque me pareció entretenida, pero me pasé toda la lectura vaticinando lo que se veía venir, ni siquiera me ha parecido que el intento de crear unos personajes potentes se haya logrado, el retrato psicológico deja mucho que desear. He descifrado que Delphine ha querido separar tres historias en tres libros diferentes, dentro de la misma novela; como si fuera, introducción, nudo y desenlace... igual que en las películas que siguen este formato argumental.
A su favor debo decir, que está tratado el tema con ternura y sencillez, no hay morbo y lo mejor es la falta de protagonismo otorgado al secuestrador, empañado por el peso del diario de Madison y las argucias que la llevan al final de su encierro. Últimamente hemos asistido a casos reales que hacen que la ficción quede en un mero “cuento de niños”.
Es entretenida y yo conozco a muchos lectores que disfrutan con este tipo de relato, como siempre la empecé y la terminé; no le doy un diez, pero tampoco suspende, está ajustada a las necesidades de las tardes de playa o piscina y todo lo que sea juntar letras, crear palabras y formar frases... bienvenido sea.

Añadir vida a los días cuando no se puede añadir días a la vida”.
Acuérdate de que no hay nada absurdo hoy que mañana no te parezca natural haberlo vívido”.

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