viernes, 10 de abril de 2015

Estoy mucho mejor, Davis Foenkinos

Son innumerables las veces que contestamos a lo largo de nuestra vida la tan familiar frase de “estoy mucho mejor”, tras ella, siempre viene “gracias”. Confieso que el título me atrapó sin sorpresas porque casi podía adivinar el contenido del mismo. A todo ello hay que sumar que es uno de mis autores preferidos y que conociendo la calidad de su literatura sabía que no iba a perder el tiempo, aunque el tema no fuera precisamente de mi devoción.
Siguiendo su estilo, David Foenkinos aborda el tema de la salud bajo el prisma de lo autobiográfico, en su adolescencia estuvo confinado en cama a consecuencia de una dolencia cardíaca, de ahí que sea inevitable encontrar en las páginas de esta novela, mucho de su experiencia más íntima y personal.
El protagonista trabaja en un despacho de arquitectos y parece un feliz hombre de familia. Una mañana despierta con un dolor de espalda insoportable. Después de someterse a varias pruebas, los médicos no consiguen encontrar la raíz del problema. Comienza aquí un periplo de visitas a especialistas en busca de una solución a este malestar, en un intento por desvelar el origen de unas dolencias que pondrán en jaque mate a su hasta ahora inquebrantable estabilidad. Su angustiosa carrera contra el dolor va sumiendo al personaje en frustraciones y fracasos que afectan a los pilares de su existencia, familia, esposa, trabajo y amigos. En el momento en el que se enfrenta a los “nudos” de su pasado y reconstruye su vida, recuperará las riendas de su presente, alcanzando nuevamente la felicidad pérdida y poniendo fin al segundo gran protagonista de la novela, su persistente y acomodado dolor de espalda.
París es una constante en el marco de las obras de Foenkinos, en este escenario incomparable se mueve nuestro sufridor, cada grado de su “compañero de viaje”, representa un estado de ánimo; si tuviera que resumir la trama del libro diría: “un hombre que padece un dolor de espalda que lo acaba somatizando en todo su organismo”, y es lo más frecuente en nuestro día a día, vivímos en una dictadura del cuerpo hacia nuestras emociones, cualquier dolencia acaba convirtiéndose en una acumulación de negatividad que tarde o temprano nos conduce a replantearnos una actitud, que supere esas barreras y obstáculos más emocionales y sociales que físicos.
Personalmente animo a todos los mortales a que atiendan primorosamente los avisos y alertas del cuerpo, ignorar no trae nada bueno, pero igualmente invito a dosificar el drama entorno a estas alarmas y que un suceso aparentemente negativo no condicione ni un solo minuto de nuestra existencia, o al menos seamos justos en atenciones. Siempre hay soluciones o al menos con esa positividad hay que enfrentarse a ello.
Respecto a la novela, todo esto nos lo transmite su autor usando el humor como arma para narrar los hechos que rodean al angustiado protagonista. Narración extraordinariamente sencilla y simple, con lenguaje muy asequible, con ciertos toque de fantasía y grandes propuestas hacia las reflexiones en las que nunca nos detenemos; así, David sostiene a lo largo de la novela, que la vida está llena de segundas oportunidades que pasan por delante nuestra y que casi nunca las atrapamos con osadía y valor. A lo largo de su lectura entramos en un proceso de empatización severo, se sufre con el personaje y anhelamos tanto o más que él, que cese su mal .Ni que decir que tiene un final feliz, agradecido y bien recibido.
Aunque parezca poco atractivo el tema, a lo largo de las trescientas treinta páginas este gran exponente de la literatura francesa contemporánea, desactiva inteligentemente el drama, el miedo, así como el impacto social de que las enfermedades ocasionan en nuestra sociedad actual, y lo hace con la habilidad y sencillez a la que nos tiene acostumbrados.
Me ha gustado el recurso puesto en práctica por David Foenkinos a la hora de utilizar al resto de personajes para nombrar a escritores de fama mundial, lo que en literatura se llama “metaliteratura”, ese guiño literario permite recordar autores con los que hemos crecido en nuestra formación como lectores.
No me gustan las comparaciones por eso no lo voy hacer, que nadie se espere una obra como las ya conocidas de este generoso autor, de ser así la calificaríamos de floja; prefiero como siempre “venderla” por si sola y garantizar lo que siempre garantizo, un rato paseando nuestros ojos por esas líneas que discurren negras entre un océano de aguas blancas.

Nuestro cuerpo se convierte con el paso de los años en la maleta que lleva todo nuestro equipaje a modo de memoria de nuestras vivencias”.

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