domingo, 1 de marzo de 2015

La intrusa, Éric Faye

En ocasiones elijo mis lecturas llevada por el número de sus páginas, y de la misma manera voy relegando al olvido otras que atraída por su argumento, me acobardan por su volumen; unas y otras tarde o temprano acaban ante mis ojos para mi disfrute, pero reconozco que hay épocas que prefiero cambiar continuamente y que entren y salgan las historias y una vez agotada esa racha, abordar las grandes empresas.
Hace unos años conocí a Éric Faye a raíz de otro bonito libro a modo de fábula oriental, “Seda”, de Alessandro Baricco, que sin saber muy bien porqué vino a mi memoria, tal vez por las alusiones a la literatura japonesa presente en ambas novelas. El título original es “Nagasaki”, pero a nosotros nos ha llegado como “La intrusa”. El título está ajustado al argumento de la novela; argumento que nace a raíz de una noticia de la que se habían hecho eco varios periódicos nipones. Dicha noticia relataba un suceso de esos que le dejan a uno con la boca abierta: durante un año entero, un tipo japonés había estado "conviviendo" con una intrusa que se le había colado en su casa al verse en la calle, sin dinero y sin nadie a quien acudir. Por tanto inspirada en hechos reales de candente actualidad.
Narrada en primera persona de manera alternativa por los dos únicos personajes de la trama. Puedo deciros como se llama él, Shimura, pero no puedo decir lo mismo de la intrusa, que carece de nombre propio, lo que no deja de ser significativo. En escasas cien páginas el autor cuenta una historia de vidas cruzadas, de paralelismos entre dos personajes que tienen más en común de lo que a primera vista pudiera parecer; aislamiento social, sentimiento de respeto y temor mutuo en el marco de un espacio compartido y a la vez usurpado.
Siendo un relato realista no roza en lo melodramático, abordando los temas sociales con mucha pulcritud, tanto es así que podemos decir que “la realidad supera en muchas ocasiones a la ficción”.
Ambientada en Nagasaki, en un barrio a las afueras de la ciudad y la trama gira alrededor de los detalles que observa Shimura en su hogar y como cada cambio de su rutinaria y cerrada vida se van modificando sin una razón aparente. Existen dos partes bien diferenciadas; la primera presenta la trama y el día a día de un hombre que repite mecánicamente sus actos; la segunda es menos extensa y en ella la voz de la intrusa permite una exposición de las decepciones, frustraciones y causa por la que se ha convertido en una “okupa invisible” en la casa que un día, tiempo atrás fue su hogar, en un intento por reivindicar sus orígenes.
El estilo es muy sencillo, conciso y libre; la prosa sin adornos ni florituras, proporcionándole un ritmo justo sin sobresaltos. Es la lectura que se hace en una tarde de relax y sillón cerca de una ventana. Es de corte intimista con aires de nostalgia y tristeza que invita a reflexiones profundas que nos hagan pensar que alrededor nuestra hay otras vidas con diferente suerte a la nuestra y que no por ello nos son ajenas. Es un pequeño tirón de orejas para superar la pereza que tenemos a la hora de implicarnos en la vida de los demás...
He leído entre líneas como la soledad, el desarraigo, la fragilidad de nuestra existencia, la indignación, la injusticia social, la desesperación... son utilizadas por el autor para dar forma a esta original obra que no por su brevedad deja de ser potente. Es muy acertada para los tiempos que corren y las problemáticas que inundan nuestros “telediarios”.
Los personajes están muy bien perfilados y gracias a ellos conocemos las cualidades de los mismos, la capacidad de resistir ante la adversidad y la adaptación a la soledad como forma de vida.
Resulta agradable de leer y nos provoca una necesidad de despertar del egoísmo acomodado en el que vivimos cuando las vicisitudes no son compañeras de “piso”.

Se dice que dos bambúes del mismo tronco florecen el mismo día y mueren el mismo día, por muy lejanos que sean los lugares del mundo en que los planten”.

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