sábado, 11 de octubre de 2014

Mis whastsapp con Mamá, Alban Orsini

Gran desafío el comentario de esta original y entretenida “obra de arte” que sin buscarla llegó a mis manos al igual que han llegado otras muchas “cosas” y de las que no puedo ni quiero renegar.
Nunca se sabe en que momento podrás recibir un whatsapp de algún contacto de los que tenemos en el móvil, tampoco si serán interesantes o por el contrario uno más de los muchos que se mandan, sin sentido y pinchando a todos los que engrosan esa lista de “afectados”; sea como sea, los que verdaderamente se esperan y son bien recibidos a cualquier hora, son los de los hijos; esos seres que ocupan tu tiempo al mil por mil y a los que nunca le vas recriminar que te seleccionen como destinataria, de ese mensaje a modo de invento con nombre cotidiano y divertido de “guasa” de toda la vida.
La portada y el título lo dicen todo, una madre y un hijo se envían frases en un intento de establecer una relación familiar acorde con las nuevas tecnologías. No puedo contar mucho más, invito a todos a su lectura, quedarán sorprendidos de lo sencillo que es leer en papel, las capturas de pantallas de los whatsapp que corren entre el entusiasmo de ella y el desgano del joven, que con mucha voluntad y no poca paciencia responde a la madre “inasequible al desaliento”.
Los datos literarios acerca del autor se encuentran en Internet, gran herramienta de información fruto del progreso y que sin querer, ha dejado en el paro a más de una enciclopedia y diccionario para los que pocas esperanzas quedan de repetir tiempos pasados que para ellos “siempre fueron mejores”. Esa es la razón, por la que no voy a entrar en detalles sobre el francés Alban Orsini, al que le agradezco esta ocurrencia porque me ha proporcionado muchas más satisfacciones de las que él se pueda imaginar.
Quiero dedicárselo a María Dolores, hasta hace poco era una compañera de pelo rizado que pasaba de vez en cuando por la concurrida sala de profesores y que siempre va cargada con un bolso que me gusta tanto o más que la lectura; "dueña" de la biblioteca y metida en todos los “saraos” me ha arrastrado con ella a una de las experiencias más gratificante de los últimos años... por supuesto, es el correo que me ha dejado esta historia que no es ni narración ni relato, pero que ha generado una serie de emociones y una complicidad que espero sacarle todo el provecho que pueda.
Con entusiasmo me propuso su lectura y con “picaresca” me encandiló en algo más que abrir y cerrar un libro... lista la “Mi Dolores”, no tengo que decir que una  es débil y atrevida por naturaleza y que me costó bien poco lanzarme al vacío y disfrutar más que un gato en una matanza; por eso aprovecho esta ventana tecnológica para darle las gracias por esa oportunidad y por las que tengan que venir, estoy “lanzada” pelirroja y a tu entera disposición.
De todas maneras voy a escribir unas breves pinceladas sobre esta sencilla, entrañable y divertida propuesta literaria, que cuenta lo que puede hacer una madre con un “smartphone” si se lo propone y nada se lo impide. El autor, a partir de una experiencia personal, asoma en el mundo de las letras sin más pretensiones que la de poner de manifiesto el alcance de una relación a través de textos tan esqueléticos como son los whatsapp, evidenciando los conflictos generacionales, los valores sociales, las emociones, la privacidad hipotecada, sentimientos encontrados, dependencias materno-filiales... y todo con un "aparato" que se ha convertido en una tercera mano, u apéndice de la mayor parte de la humanidad.
Es de una facilidad que sobran las propuestas para no leerlo y lo mejor de todo, decir que es mucho más de lo que aparenta; en todas y cada una de esas pantallas se va tejiendo una  historia real como la vida misma que sólo se lee “entre líneas”, pero que invita a reflexionar una vez terminada la lectura, por el giro brutal que toma en los “últimos whatsapp” que ambos personajes intercambian.
Me he sentido identificada como muchas de las madres de mi edad, he acosado literalmente a mi hijo para aprender a manejar casi todo lo que va conectado a la luz en mi casa, me ha atendido con una paciencia infinita y me ha esquivado con una destreza digna de un joven dispuesto a poner excusas que ni yo me las creo... pero no puedo reprochárselo, al contrario, estoy agradecida y en deuda con él, porque gracias a sus cada vez más escasos momentos hoy “wasapeo” con mis contactos, con todos menos con él, que dice el muy “espabilado” que lo de los whatsapp no le van mucho... ni más faltaba que me lo creyera.
Ha sido una de las lecturas más cortas e intensas que he leído y me gustaría que el ánimo os llevara a compartir conmigo esta opinión; por supuesto hay gustos para todo, pero no deja indiferente a nadie y el grado de empatía es tan impactante como un whatsapp inoportuno a altas horas de la madrugada, cuando menos te lo esperas y sin poder defenderte. Creo que todos sabemos de que estoy hablando.
Espero que os guste, ya me mandáis un whatsapp y me contáis.

Solamente dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; el otro alas”.

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