miércoles, 22 de octubre de 2014

Aurora Boreal, Assa Larsson

Cuando quiero descansar y disfrutar de una lectura sin grandes compromisos, recurro a la novela negra de asesinatos por resolver y detectives femeninos que lo saben todo... Últimamente los escritores suecos se han proliferado como “setas en el bosque”, es fruto de una moda literaria que responde a una inversión segura que garantiza los éxitos de venta en medios cálidos del planeta. Tras el impacto de la trilogía de “Millennium” de Stieg Larsson, no son pocos los autores que en la misma línea han lanzado al mercado, obras muy parecidas en busca de un triunfo igual al del escritor fallecido, en lo mejor de su producción literaria.
Asa Larsson, con quien coincide hasta en apellido es uno de esos casos; “Aurora Boreal” es su primera novela, en ella una abogada que ni siquiera es policía, Rebecka Martinsson, se convierte en la protagonista de todas sus obras, la eficiente mujer que sabe de todo y que será de capaz de resolver hasta el misterio más irresoluble.
Escasamente trescientas páginas son suficientes a Asa para desarrollar un sencillo argumento que comienza con un asesinato en su pueblo natal; este acontecimiento termina con su tranquila y monótona vida, viéndose envuelta en un regreso a su pasado que creía haber dejado atrás. Dicha trama responde al modelo de relato frío sueco que se aprecia en la frialdad de sus personajes y en la incapacidad de empatizar con ellos por lectores de lugares ajenos a esas extremas temperaturas.
Toda la novela descarga su peso sobre el asesinato y sobre el papel otorgado a las mujeres que destaca por encima de los personajes masculinos; de corte clásico a lo más puro “novela negra”,cuenta con todos los ingredientes que identificamos siempre en este género; incestos, violencia, negocios sucios, sectas, rituales, corrupción policial, política de submundo... Es sin duda la lectura de esparcimiento a la que hacia referencia en los comienzos de la reseña.
Para seguir con las similitudes con estos escritores nórdicos, Asa crea una trilogía a modo de saga en la que Rebecka siempre aparece para enderezar los caminos más tortuosos que se mueven a su alrededor, “que peligro ser su amiga” podríamos pensar.
Aunque la trama es bastante lineal y fácil de seguir, no engancha hasta el entusiasmo, se avanza en ciertos momentos con desgano y se nota la falta de garra. Todo se desarrolla en un espacio temporal de siete días, en una comunidad religiosa local, con diálogos cortos y algo incoherentes y con la contrariedad de aportar un listado enorme de personajes de nombre impronunciables; todo ello bajo descripciones paisajísticas muy acertadas, en especial la que realiza del fenómeno boreal, ayudando enormemente a situarte en el ambiente en el que tienen lugar los hechos.
Como anécdota y destacando una nueva similitud con Larsson, deciros que nombra la conocida tienda de IKEA, haciendo un guiño publicitario a la famosa multinacional del mueble.
Os la recomiendo para pasar un par de tarde de entretenimiento metida en un misterio que se mantiene hasta su final y para nada os invito a ver la película, mejor su lectura, aunque como guión de cine creo que estas y otras novelas de Asa serán mejor valoradas que en el campo de las letras.

La aurora boreal se retuerce como un dragón a través de la noche. Las estrellas y los planetas tienen que rendirse al milagro de la luz resplandeciente que, sin prisa, se abre paso en la bóveda celeste”.

sábado, 11 de octubre de 2014

Mis whastsapp con Mamá, Alban Orsini

Gran desafío el comentario de esta original y entretenida “obra de arte” que sin buscarla llegó a mis manos al igual que han llegado otras muchas “cosas” y de las que no puedo ni quiero renegar.
Nunca se sabe en que momento podrás recibir un whatsapp de algún contacto de los que tenemos en el móvil, tampoco si serán interesantes o por el contrario uno más de los muchos que se mandan, sin sentido y pinchando a todos los que engrosan esa lista de “afectados”; sea como sea, los que verdaderamente se esperan y son bien recibidos a cualquier hora, son los de los hijos; esos seres que ocupan tu tiempo al mil por mil y a los que nunca le vas recriminar que te seleccionen como destinataria, de ese mensaje a modo de invento con nombre cotidiano y divertido de “guasa” de toda la vida.
La portada y el título lo dicen todo, una madre y un hijo se envían frases en un intento de establecer una relación familiar acorde con las nuevas tecnologías. No puedo contar mucho más, invito a todos a su lectura, quedarán sorprendidos de lo sencillo que es leer en papel, las capturas de pantallas de los whatsapp que corren entre el entusiasmo de ella y el desgano del joven, que con mucha voluntad y no poca paciencia responde a la madre “inasequible al desaliento”.
Los datos literarios acerca del autor se encuentran en Internet, gran herramienta de información fruto del progreso y que sin querer, ha dejado en el paro a más de una enciclopedia y diccionario para los que pocas esperanzas quedan de repetir tiempos pasados que para ellos “siempre fueron mejores”. Esa es la razón, por la que no voy a entrar en detalles sobre el francés Alban Orsini, al que le agradezco esta ocurrencia porque me ha proporcionado muchas más satisfacciones de las que él se pueda imaginar.
Quiero dedicárselo a María Dolores, hasta hace poco era una compañera de pelo rizado que pasaba de vez en cuando por la concurrida sala de profesores y que siempre va cargada con un bolso que me gusta tanto o más que la lectura; "dueña" de la biblioteca y metida en todos los “saraos” me ha arrastrado con ella a una de las experiencias más gratificante de los últimos años... por supuesto, es el correo que me ha dejado esta historia que no es ni narración ni relato, pero que ha generado una serie de emociones y una complicidad que espero sacarle todo el provecho que pueda.
Con entusiasmo me propuso su lectura y con “picaresca” me encandiló en algo más que abrir y cerrar un libro... lista la “Mi Dolores”, no tengo que decir que una  es débil y atrevida por naturaleza y que me costó bien poco lanzarme al vacío y disfrutar más que un gato en una matanza; por eso aprovecho esta ventana tecnológica para darle las gracias por esa oportunidad y por las que tengan que venir, estoy “lanzada” pelirroja y a tu entera disposición.
De todas maneras voy a escribir unas breves pinceladas sobre esta sencilla, entrañable y divertida propuesta literaria, que cuenta lo que puede hacer una madre con un “smartphone” si se lo propone y nada se lo impide. El autor, a partir de una experiencia personal, asoma en el mundo de las letras sin más pretensiones que la de poner de manifiesto el alcance de una relación a través de textos tan esqueléticos como son los whatsapp, evidenciando los conflictos generacionales, los valores sociales, las emociones, la privacidad hipotecada, sentimientos encontrados, dependencias materno-filiales... y todo con un "aparato" que se ha convertido en una tercera mano, u apéndice de la mayor parte de la humanidad.
Es de una facilidad que sobran las propuestas para no leerlo y lo mejor de todo, decir que es mucho más de lo que aparenta; en todas y cada una de esas pantallas se va tejiendo una  historia real como la vida misma que sólo se lee “entre líneas”, pero que invita a reflexionar una vez terminada la lectura, por el giro brutal que toma en los “últimos whatsapp” que ambos personajes intercambian.
Me he sentido identificada como muchas de las madres de mi edad, he acosado literalmente a mi hijo para aprender a manejar casi todo lo que va conectado a la luz en mi casa, me ha atendido con una paciencia infinita y me ha esquivado con una destreza digna de un joven dispuesto a poner excusas que ni yo me las creo... pero no puedo reprochárselo, al contrario, estoy agradecida y en deuda con él, porque gracias a sus cada vez más escasos momentos hoy “wasapeo” con mis contactos, con todos menos con él, que dice el muy “espabilado” que lo de los whatsapp no le van mucho... ni más faltaba que me lo creyera.
Ha sido una de las lecturas más cortas e intensas que he leído y me gustaría que el ánimo os llevara a compartir conmigo esta opinión; por supuesto hay gustos para todo, pero no deja indiferente a nadie y el grado de empatía es tan impactante como un whatsapp inoportuno a altas horas de la madrugada, cuando menos te lo esperas y sin poder defenderte. Creo que todos sabemos de que estoy hablando.
Espero que os guste, ya me mandáis un whatsapp y me contáis.

Solamente dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; el otro alas”.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Dientes de leche, Ignacio Martínez de Pisón

Reconozco que no acabo de decidir qué me conmueve más, si la fotografía del niño militarizado con el saludo fascista o recordar lo que suponía que se te cayeran los dientes de leche... Nunca me he disfrazado de “niña militar”, pero no puedo olvidar los planes que hacia cuando notaba que se me movía un diente; la maquinaria mental se ponía en marcha y la imagen de aquello que podías obtener con semejante acontecimiento extra, se parecía más a la realidad que cualquier tarde de merienda de pan y chocolate.
Soy de la generación del “ratoncito Pérez” y junto a tantas otras cosas de mi infancia, lo echo de menos... Ignacio ha recurrido a los dientes de leche y a las fotografías como simbolismo de la evidencia del paso del tiempo, como testigo de lo irreversible de ciertos hechos cotidianos que nos obligan a admitir lo vivido y a aceptar el pasado. Cuando detenemos nuestra mirada en una foto de la niñez nos golpeamos con esa realidad, nos ponemos nostálgicos y pasamos de la emoción a la tristeza sin lógica pero con resignación.
Con esta introducción aprovecho para calificar esta joya de la narrativa española como novela de lo cotidiano, porque son situaciones corrientes las que nos cuenta el autor con una prosa sencilla y sin sobresaltos, de ahí que lo costumbrista sea un calificativo adecuado para apellidar esta lectura de vocabulario accesible, frases limpias y sin duda alguna “apta para todos los públicos”.
Aunque la portada pueda sugerir un tema evidente, yo confirmo que no es un libro acerca de la guerra, ni bélica ni de política o ideologías. Ambientada con mucho acierto en un largo camino que abarca desde los años de la Guerra Civil hasta el triunfo socialista de 1982. Con una cronología tan jugosa se puede hablar de un gran lienzo de la Historia de España en el que aparecen “pintados” los momentos más relevantes de décadas de nuestro país; Guerra, Posguerra, Desarrollismo, Dictadura en horas decadentes, Transición y Democracia, escenario completo para albergar el devenir de una saga familiar a través de tres generaciones.
El descubrimiento de una fotografía por Juan Cameroni destapa “el baúl de los recuerdos”, el interés por desentrañar el contenido de la misma abre la trama de esta novela que gira alrededor de la figura del abuelo Rafaelle Cameroni, voluntario brigadista italiano que llega a España con la intención de luchar en el bando fascista y que por circunstancias no previstas nunca regresará a su Italia natal.

En esta estampa familiar tienen cobijo a partes iguales la crudeza y la delicadeza, lo dramático y lo humorístico, la ternura y la diversión. Lo común y cotidiano adquiere en las letras de “Pisón” rango de importancia suprema, por lo que significa y por como lo narra; no escatima en evidenciar la complejidad de las relaciones humanas echando mano de temas que aparecen inteligentemente desplegados en el libro como son, el amor el odio, la mentira, el miedo, los secretos, la venganza... en definitiva las luces y sombras de las vidas de cualquiera de nosotros.
Trescientas ochenta y cuatro páginas no exenta de equilibrio literario entre tanta dicotomía y emociones que saltan en el tiempo sin abandonar un modelo lineal y progresivo de narrativa, que jamás hace peligrar lo impecable de su construcción literaria.
Se disfruta desde sus inicios, sin tener un ritmo trepidante siempre están pasando cosas, pequeñas cosas que no parecen tan insignificantes y que maquillan esa ausencia de acción. Los personajes que protagonizan esas diminutas situaciones son “de carne y hueso”, que gracias al rescate de sus recuerdos y al buceo en su memoria, recuperan del olvido su pasado lo aceptan y superan, en un juego sabio en el que claudican al paso del tiempo.
Aparece una “paleta” de seres sobre los que destacan Rafaelle y sus dos mujeres, Isabel y Elisa, no son los únicos y por encima de todo, sus vivencias y la resolución de situaciones a las que tuvieron que hacer frente y que sin duda alguna dotan a esta novela de un interés mantenido desde el principio hasta su final.
Os aseguro que se disfruta porque está excelentemente bien contada, porque guarda un secreto que promete ser revelado y porque todo lo que son “historias de familias” siempre acaban enganchando.
Me ha gustado mucho, es conmovedora, tierna, intimista y nostálgica; es única como todos y cada una de esos dientes de leche que tanto anhelábamos perder para obtener pequeñas satisfacciones pasajeras y que hoy tanto echamos en falta.

Finalmente me metí el dedo índice en la boca y empecé a chuparlo. Algo comenzó a moverse en mi cerebro, un pensamiento que se iba abriendo camino allí dentro, un invento completamente loco: ¿Y si lo mordiera? Y sin pensarlo ni un instante cerré los ojos y apreté los dientes”.