viernes, 15 de agosto de 2014

El cielo en un infierno cabe, Cristina López Barrios

Muchas veces las portadas de los libros llaman poderosamente mi atención por su colorido, originalidad o por evocar imágenes y personajes que forman parte de mi bagaje sensorial. En esta ocasión me acordé de la pintora mejicana Frida Kalo,de los aires caribeños, del color de los pájaros y de esos rostros de viudas cubanas de buena posición; ni que decir que la sinopsis del libro nada tiene que ver con la atrevida y alegre presentación del mismo y si me apuro, el título tampoco.
Al final la decisión de leerlo se basó en la garantía que me ofrecía su autora de la que ya había leído un libro maravilloso y difícil de olvidar, “La casa de los amores imposibles”, lástima que en esta ocasión ni la portada ni la escritora hallan podido salvar la historia que nos cuenta, y mucho menos,lo desacertada que he estado una vez más.
Cristina López Barrio cuenta una historia ambientada en dos ciudades históricas como son Madrid y Toledo durante el siglo XVII, eso es tanto como predecir que la figura de la Santa Inquisición aparecerá tarde o temprano, por no asegurar que asumirá el papel protagonista. Es un siglo con el que novelísticamente no me llevo bien por la presencia aterradora, de todo lo que aconteció alrededor de ese tribunal inhumano y despiadado que actuó sin “temblores” con miles de desgraciados, condenados sin razón alguna. Quién iba a pensar, que una imagen sensual y colorista respondería en sus páginas a una historia de juicios, magia, herejía, sectas, hermandades secretas, brujas y ajusticiamientos.
Me cuesta cada vez más hacer una critica negativa de un libro que acabo leyendo y que por respeto o curiosidad no dejo inacabado, pero es que debo ceñirme a la impresión de lo que su lectura me ha provocado y siento decir que ha estado muy alejada de su anterior novela con la que disfruté desde el principio hasta el fin.
Podía contar el argumento para daros pistas sobre el tema central de la narración, como no es habitual en mi, abriré un amplio abanico de posibilidades diciendo que no he sido capaz de desvelar si se trata de una trágica historia de amor, si es una novela apología del fervor religioso, si por el contrario es la biografía de una mujer con poderes para curar, “tipo Jesucristo”, o más bien toda una cofradía de sanadores, cuya cantera se encontraban en orfanatos y hospicios controlados por hermandades secretas, tampoco descarto una intencionalidad de relato fantástico mezclado con dosis de romanticismo, pasión, orgullo y pecados de condena infernal... sinceramente me ha parecido un “totum revolutum”, donde el atrevimiento de Cristina ha llegado a utilizar el realismo mágico propio de la literatura latinoamericana un marco cronológico en el que desentona y chirría estrepitosamente.
Siguiendo la línea escogida durante este verano, la obra tiene más de seiscientas páginas de una densidad acusada en especial a partir de la mitad del libro, he echado de menos la garra literaria que he conocido en esta autora, en “El cielo en un infierno cabe”, las descripciones llegan a convertirse en largas explicaciones y torbellino de metáforas imposibles de entender; sin quererlo alarga la novela innecesariamente hasta convertirla en tediosa por la falta de acción.
Lo que más me ha desencantado es la ausencia de habilidad para empatizar con los personajes algo que en muchas ocasiones salva una novela de ser “quemada en la hoguera” que es más o menos lo que yo estoy haciendo en esta reseña.
Me quedo con la historia de amor infantil entre Bárbara y Diego por la ternura con la que está narrada y acabo avisando de que la última gran incógnita es el final que me ha sumido en una confusión digna de tan decepcionante lectura.

La codicia de los hombres es como un velo que cae irremediablemente sobre sus conciencias”.

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