viernes, 4 de julio de 2014

Los jueves en el parque, Hilary Boyd

Aquí os presento el libro que me oxigenó tras la lectura de “El jilguero”; la portada ya es un motivo para elegir esta novela de corte romántico que no exige compromiso ninguno, que se lee sola que roza lo “pamplinoso” que rezuma ternura y con la que me he sentido muy identificada.
Sin contar la sinopsis os digo que su protagonista es una abuela que en la confortable tarea de cuidar a su nieta encuentra una oportunidad de cambiar su encorsetada vida; dicho cambio se le presenta materializado en la figura de un atractivo “yeyo”,lo que la precipita a emociones nuevas que no está dispuesta a dejar pasar. Jeanie, casada desde hace treinta años está inmersa en una laxitud y monotonía de existencia donde las sorpresa ya no existen, al menos no fuera del parque donde conoce a Ray, la parte más agradable de la tarde de “jueves en el parque”.
No es el género que leo habitualmente pero he disfrutado bastante con las salidas de esta sexagenaria que no es ni mucho menos Esperanza Aguirre, sino una dama británica de costumbres convencionales que ha vivido toda su vida a la sombra de su esposo y al cuidado de su única hija... vamos que es familiar el esquema que nos presenta la autora; como para no reaccionar al más mínimo estímulo...
Novela de aplastante sencillez, presentada con una portada que encandila a los seguidores de estos relatos o a los que buscamos un respiro tras empresas agotadoras. Dividida en veintitrés capítulos que ocupan cuatrocientas sesenta páginas que se pasan “sin sentir”, narrada en tercera persona bajo una estructura ágil y un argumento que tiene como tema principal, la historia de amor de una pareja en plena madurez, que puede resultar “ñona” y sin embargo no llega a serlo.
El esquema de la novela es el habitual en estos casos; “chico conoce a chica...”, la diferencia es que en esta ocasión es “abuela conoce a abuelo” en la maravillosa ciudad de Londres y el retrato de la tercera edad está “servido en bandeja”. Me he imaginado mientras la leía a Doris Day y Rock Hudson, porque es perfecta para un guión de aquellas películas que ocuparon las pantallas de los sesentas del cine americano.
La autora aborda temas de actualidad como el miedo a la soledad, al paso de los años, a la pérdida de esperanza, a la monotonía que nos atrapa sin evitarlo, al peso de los convencionalismos, a los clichés sociales, a lo desconocido y novedoso... a los cambios en definitiva.
Respecto a los personajes Hilary los ha dejado “cogidos con pinzas”, resulta insuficiente la imagen y la proyección que realiza de ellos, en especial de Ray al que podía haberle sacado “ mucho partido”, si hubiera sido por la fuerza de estos, la novela no se salvaría de una dura critica.
Hay que reconocer que no es una obra maestra pero se acoge con agrado esas dosis de ternura, el realismo de lo que cuenta, lo entretenida que resulta su lectura, tanto que sin ser inolvidable la terminas “de buen gusto”.
Mi moraleja es que nada sucede sin una justificación previa, que sin buscarlo acontecen hechos que no planeamos y que cambian nuestras vidas y que las oportunidades son sólo eso, ocasiones que llegan una vez y que no hay que dejarlas pasar porque nunca se sabe si volverán a ocurrir.
Mi aplauso para aquellas mujeres que cansadas de viajar en “carromato de burro viejo” se montan en “un tren de alta velocidad” y miran hacia el frente si lo que quedaron atrás valió la pena abandonarlo.

Cuando crezcas, descubrirás que ya defendistes mentiras, te engañastes a ti mismo o sufristes por tonterías.Si eres un buen guerrero, no te culparás por ello, pero tampoco dejarás que tus errores se repitan”.

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