miércoles, 11 de junio de 2014

Deseo de chocolate, Care Santos

Son muchos los mortales que comparten el deseo irrefrenable hacia esta sustancia tan agradecida en cualquier momento del día; el chocolate forma parte de nuestras vidas desde la más tierna infancia y al menos cuando yo era niña se obtenía como un premio que aparecía sobre en un trozo de pan y al que todos llamábamos “jicara” y que disfrutábamos con deleite y tranquilidad, para que permaneciera el mayor tiempo posible en nuestro paladar con la esperanza de que durara su sabor hasta la siguiente entrega. Hoy se accede a él con facilidad, pero entonces era algo escaso y por ello muy apreciado.
Siempre se ha dicho que lo que se admira de niño se venera de adulto y eso debe pasar con el chocolate, nos transporta a esos momentos pasados, nos cura de depresiones,afloja tensiones,aminora el estrés, nos proporciona placer y dicen que es un sustituto de algo que no creo que sea verdad porque es sencillamente insustituible, lo otro digo...
Quiero dedicar el libro a una amiga que no comparte el placer de la lectura pero sí el de la pasión por el chocolate, debería leerlo por el simple motivo de disfrutar con los ojos lo que tanto disfruta con el gusto; para ti querida Reyes, una de las más fervientes y fieles seguidoras de este invento de la naturaleza.
Creo que era necesaria esta introducción para justificar mi decisión de leer esta obra que me atrajo por un título tan seductor como el sabor de lo que anuncia.
Junto al título he de confesar que la autora me daba garantías de no equivocarme ya que no es la primera novela que leo de Care Santos, “Habitaciones cerradas” y “El aire que respiras” ya forman parte de mis libros leídos y por cierto no comentados por lo que serán subidos al blog en fechas venideras. La autora una vez más demuestra su maestría narrativa y nos presenta una novela con tres historias independientes entre ellas ,que pueden ser leídas de forma aislada sin que entre los personajes existan relaciones familiares, afectivas o de hechos encadenados.
En esta ocasión Care elige como hilo conductor, la trayectoria “histórica” de una chocolatera que viaja a través de tres siglos y que permite construir tres historias independientes en un marco como es la ciudad de Barcelona, siendo ambos elementos los únicos puntos en común entre ellas.
Se entiende que el chocolate es el pretexto para construir una novela de original estructura ya que está narrada en sentido inverso algo poco habitual y que refuerza el carácter aislado de las historias. Sara, Aurora y Mariana son las protagonistas de tres narraciones a lo largo de los siglos XX, XIX y XVIII respectivamente, afianzando la elección de viajar en el tiempo desde el presente inmediato al pasado remoto.
A lo largo de cuatrocientas veinticuatro páginas la autora nos pasea por el maravilloso mundo del chocolate dando vida a tres microhistorias con personajes y escenarios perfectamente detallados y documentados; lo hace con un lenguaje sencillo, cercano y asequible.
Dividida en tres partes goza del encanto de presentarnos cada una de ellas con un precioso título lo que la hace más especial e inolvidable. “Guindilla, Jengibre y lavanda” para contar las experiencias de vida de Sara en la Barcelona moderna; “Cacao, azúcar y canela” para situarnos en uno de los siglos más convulsos de España y en el que se desenvuelve la vida de Aurora; y por último “Pimienta, clavo y achicora” para trasmitir los desafíos a los que se enfrenta Mariana en un siglo gremial de oficios no hechos para mujeres.
Para la narración Care recurre a ritmos y estilos distintos en consonancia con los hechos contados, de ahí que para la primera parte elija el presente, para la segunda el recurso de la conversación con la protagonista y para la tercera y última la primera persona. Alterna magistralmente el estilo moderno, el costumbrista y el teatral o tradicional según avanza en la novela y ajustándose al marco histórico relatado.
Sin duda habría que detenerse en los personajes principales pero para eso recomiendo leer la novela, ahora bien sin los secundarios no se hubiera dado forma a tan “dulce” narración.
Sin ser “actores” de carne y hueso reconozco que los grandes protagonistas son la chocolatera y la ciudad de Barcelona, fielmente descrita y que nos proporciona una imagen del cambio y evolución de la misma, desde lo que fue la Barcelona gremial del siglo XVIII, pasando por su transformación como pionera de la industrialización española, hasta la más reciente y ya alejada en el tiempo Barcelona pre olímpica.
Como ejemplo de buena documentación la autora hace un guiño a la Historia y atribuye como dueña del objeto preciado en el que se sirve el chocolate, a la hija de Luis XV de Francia, la infanta Adelaida.
Quiero terminar diciendo que aunque ha quedado demostrada mi pasión por el “chocolate” y mi “deseo” por hacer una reseña positiva de la novela, quiero ser justa y no omitir en el comentario, que por desgracia en conjunto no es brillante ya que las dos primeras partes son muy completas en todos los sentidos pero no ocurre lo mismo con la tercera que aburre y nada tiene que ver con las anteriores. Espero que no sea un motivo de peso para despreciarla y más una razón para mover vuestra curiosidad; de no ser así, siempre nos quedará una onza de chocolate...

El chocolate no hace girar al mundo, pero seguro hace que el viaje valga la pena”.

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