lunes, 30 de junio de 2014

El jilguero, Donna Tartt

Una vez más la presencia en la sinopsis de un cuadro de la época dorada de la pintura holandesa y un pintor discípulo de Rembrandt y maestro de Veermer, fueron motivos sobrados para tomar la decisión de arrojarme a la escalofriante cifra de 1150 páginas y desafiar a semejante “novelón” con la esperanza de no haberme equivocado y preocupada por el tiempo que llevaría poner fin a un libro que pesaba hasta en el “electrónico”.
Ahora mi preocupación máxima es no hacer una reseña tan extensa como el manuscrito que terminé hace ya unos días. Nunca había leído nada de Donna Tartt, he buceado en su biografía y es americana; al parecer hacia diez años que no escribía nada y no me extraña...
El libro está por todos los escaparates de las librerías, impresiona su grosor y acobarda hasta el hecho sencillo de darle la vuelta y leer el resumen, lo que ocurre que tras esquivarlo durante mucho tiempo al final acabas cayendo y atrapada en detalles como los que a mi me convencieron... y zas!, al final lo he leído pero con tremendo esfuerzo y mucha voluntad.
A menudo los libros que promocionan hasta la saciedad víctimas de una campaña de marketing y avalados por algún premio, acaban por decepcionar, bien porque las expectativas que nacen alrededor de él son muy altas, bien porque “no son para tanto”, o sencillamente porque ya se ha leído novelas más cortas y que responden a las necesidades literarias de mortales como yo.
No me atrevería a decir que es un fracaso este millar de páginas, pero tampoco la voy a recomendar como lo hago con otros libros; aún así voy a intentar daros mi opinión humilde y cada cual que decida.
La historia comienza en un museo de Nueva York, una madre y su hijo visitan las salas de los pintores holandeses, un atentado interrumpe la acción y desencadena la trama de la novela. Nada será nunca igual, la tragedia se instala en la vida de Theo Decker, niño de trece años que queda huérfano y se convierte en el portador de dos objetos que defenderá por encima de todo, un anillo ( no el del Hobbit) y un cuadro, “El jilguero” (De Carel Fabritius, 1654); alrededor de la posesión de ambos se desarrollaran los acontecimientos de su vida, narrada por él mismo en primera persona a modo de ejercicio de memoria desde la habitación de un hotel en Ámsterdam, donde hace repaso a su descarriada, maltrecha y desaprovechada vida. Ahora con solo veinte años nos cuenta lo determinante de aquel fatídico día y reflexiona sobre las malas decisiones y escasa suerte de su corta existencia.
Hasta aquí podría prometer mucho leerla pero mejor voy a diferenciar lo positivo y lo negativo de “El jilguero” para no ser radical ni para lo bueno ni para lo malo.
La recomendaría por el argumento que resulta atractivo y original, por los tildes de novela de intriga y suspense que mantiene el interés al menos en más de la primera mitad del libro, a lo que hay que sumar el carácter social y urbanita reflejado en muchos temas que la autora recrea con destreza y elegancia.
Las ciudades elegidas son deseadas por cualquier viajero, Nueva York, Ámsterdam y Las Vegas, y Donna nos la describe con tal detallismo que ya me hago una cuenta de lo que me estoy perdiendo...
Al leerla me ha traído recuerdo de las obras de Paul Auster y bueno, eso me ha gustado.
En conjunto he querido ver fuertes dosis de ternura, desgarro, sufrimiento y emociones muy diversas que nos llegan a través de las vivencias de los personajes que acompañan a Theo en su cruel periplo de vida. Encuentro de agradecer que se aborden infinidades de temas de actualidad, páginas no faltaban...
No se le puede negar el mérito como narradora, su talento y maestría y sus habilidades para mantenernos incansables hasta “ver haber que pasa”
Por el contrario pensaría dos veces el “venderla” porque la gran historia de Theo está plagada de pequeñas historias a medida que introduce personajes; el exceso de descripciones de todos y cada uno de ellos acaba siendo insufrible y el recreo de los hechos que suceden en esas historias es de una extensión abrumadora, sólo así se llenan tal volumen de folios. Es por ello que la categoría de personajes secundarios desaparece, todos adquieren tal protagonismo que no se pueden diferenciar.
El tema de los personajes es muy importante en novelas de este calibre, se puede caer en el aburrimiento y pérdida del hilo de estos si se reitera demasiado sobre ellos. Una galería demasiado repleta para poder llevarlos todos a la vez.
Sobra mucha documentación, el vocabulario es rebuscado y poco asequible, las frases de doble sentido están por toda la novela, las referencias literarias escapan del conocimiento de lectores con buen bagaje literario por lo que a mi entender la autora destina el libro a un público muy letrado.
Su ritmo en calidad decrece al avanzar, personalmente me quedo con las seiscientas páginas primeras. Para no seguir sacando defectos decir que lo que menos me ha gustado es que la escritora hace de “Juan Palomo, me lo guiso y me lo como”, no deja una sola posibilidad a opinar o hacer una valoración acerca de lo que nos cuenta, lo escribe y lo opina, lo da todo hecho y eso “no mola” junto a un final algo redentor, sensiblemente fechado en Navidad que no me acaba de convencer.
Quiero terminar diciendo algo bueno porque lo tiene de no ser así no me lo habría leído y sería inmerecido, vislumbro la intención de Donna de conducirnos hasta la moraleja de que existen segundas oportunidades y que semejante despliegue de historias justifica la necesidad de comprender las vidas que nos ha tocado vivir.
Todo esto lo he deducido tras darle muchas vueltas a “la tarra”. Despedirme diciendo que espero no volver a encontrarme un vademecum igual hasta dentro de otros diez años. “Imposible hacerlo más breve”.

Si le añades un poco a lo poco y lo haces con frecuencia, pronto llegará a ser mucho”.

viernes, 20 de junio de 2014

Maldito Karma, David Safier

Curiosa portada para un libro en el que lo más llamativo es la palabra hindú “Karma” que tanto respeto impone y que deja de ser tan temerosa al contemplar la no menos impactante pareja de eternos enemigos, el perro y el gato... No había leído nada de este autor alemán, pero una compañera de trabajo al comentarle  la lectura del “Abuelo que saltó por la ventana y se escapó”, me animó a leer “Maldito Karma”, porque si bien eran distinto, me garantizaba un rato de entretenimiento y relax sin grandes pretensiones literarias, pero segura de que no lo dejaría a medias. Dedicado a ti Marisa que aunque con bastantes meses de retraso te he hecho caso y me alegro de ello.
Cualquiera que esté interesado puede leer el argumento y conocer la trama de la novela, ya sabéis que no es mi costumbre, de manera que sólo contaré que se trata de la vida de Kim una periodista excesivamente inmersa en su trabajo, sus éxitos personales, ambiciones sociales, el afán de reconocimiento popular, sus premios, amoríos e infidelidades... vamos lo que diríamos popularmente un “tiburón de mujer” con un esquema de valores y prioridades marcado por el egoísmo, el inconformismo, el trato grosero y desconsiderado hacia sus semejantes, madre despreocupada, mala esposa y temida jefa... un regalo de persona a la que la muerte le asalta inesperadamente cuando por supuesto se encuentra en el sitio más inoportuno y de la forma más absurda e indeseable.
Precisamente bajo lo absurdo, David confecciona una novela dentro de la narrativa cómico romántica para la que se necesita mucha imaginación y que no decepciona por divertida, diferente, entretenida, original, ocurrente y repleta de buenas dosis de reflexiones que nunca vienen mal.
El Karma forma parte de la mentalidad hindú; según su ley de vida, durante la existencia de los mortales se acumula buen karma si las acciones que se realizan son buenas y sucede lo contrario si las acciones son malas, en este caso se permanece en una morada donde el muerto es sometido a un juicio en el que se le acusa de todos sus actos que han sido registrados en el libro sagrado. Al creer en la reencarnación la condena para expiar esos actos es acumular buen karma para pasar a una vida digna.
Mejor no saber el destino si el muerto se pone “farruco”... Kim Lange, la despiadada protagonista debe acumular buen karma para recuperar lo perdido, un compañero de viaje le ayudará a ello, Casanova, el Casanova que todos conocemos; ambos se unirán en un objetivo común, el regreso de Kim a la vida que tenía, momento en el que tiramos de imaginación y empatizamos con ella porque es admirable la evolución del personaje al que rechazábamos en un principio y acabamos admirando conforme avanza la trama; deseando que con sus esfuerzos alcance el éxito que merece en esta búsqueda de buen karma.
Novela sencilla, plagada de diálogos que la hace más dinámica, trescientas páginas de escritura típica de verano que me atrevería a decir guarda los esquemas de un buen guión de película; es el libro que te despeja de una lectura profunda o te prepara para un novelón de esos que temes por el tamaño incluso si lo lees en el libro electrónico. Narrada en tercera persona recuerda a las fábulas que siempre llevan una reflexión y que demuestran que nada está escrito sin una finalidad.
Inteligentemente el autor nos invita a pensar en cuestiones que aparecen en la historia y que no podemos dejar pasar por alto; la incomunicación de las parejas, la importancia del aplauso de los desconocidos, la infelicidad, el materialismo, la crisis de valores generalizada de las sociedades occidentales, las decisiones egoístas y el riesgo de perder lo que se tiene con el peaje de saber su valor cuando ya no se puede disfrutar.
Hay que reconocer el mérito de David por ofrecer una novela de dos capas, la superficial y externa con todo lo negativo que podamos ver en ella y la profunda donde se encuentran las reflexiones y moralejas.
Para finalizar la reseña aconsejaros que la leáis para despejaros y también para pararos a pensar “cosas” en las que no reparamos; no os va a provocar conflictos emocionales ni necesidad de terapia de choque, es mucho más sencillo que todo eso... derrochar imaginación y abrir los ojos para mirar lo que no vemos del mundo que nos rodea y del que formamos parte con el karma que libremente elegimos.

No sabemos lo que tenemos, cuándo lo obtuvimos, lo que vale, cuánto lo  necesitamos y qué sería de nosotros si lo perdiéramos”.

lunes, 16 de junio de 2014

La piel dorada, Carla Montero

Una vez más me decido por una escritora de la que puedo decir lo he leído todo, no solo porque me gusta como escribe sino porque es su tercera novela y así es la única forma de “ir al día” en su producción literaria.
Descubrí a Carla Montero con su ópera prima, “Una dama en juego”, por aquel entonces los libros llegaban a mí a través de una llamada al timbre, el Círculo de Lectores tocaba a mi puerta y depositaba mis pedidos mensuales; en esa ocasión una historia de intriga, romance y espionaje me permitieron juzgar positivamente a esta autora; le siguió “La Tabla Esmeralda” cuyo argumento me atrapó incondicionalmente, el expolio de las obras de arte por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, disfruté mucho y me quedó una grata imagen de esta narradora de historias. Tal vez sean razones suficientes para detenerme en la tercera de sus creaciones, “La piel dorada”, una vez leído el argumento reconozco que la puse en la parrilla de salida y no me he arrepentido... espero que vosotros compartáis mi opinión.
En esta ocasión y sin apartarse de su estilo Carla, nos adentra en una novela negra con todos sus ingredientes dentro de una cuidada ambientación histórica tanto en lo referente a los escenarios como a la cronología. Estamos ante la historia de unos asesinatos brutales, con misterio, suspense, inspectores, sospechosos, decadencia, bajos fondos, pasiones y guiños al mundo del arte; sin duda tras leerla nos recuerda a las obras de Ágatha Christie, al más puro estilo del thriller histórico.
Argumento diseñado alrededor del mundo de las modelos que posaban desnudas para los artistas de principios del siglo XX en la ciudad de Viena, la consideración de éstas y la reputación que las acompañaba en un entorno de declive junto a una burguesía venida a menos y aristócratas arruinados que evidenciaba el ocaso del imperio austrohúngaro. Con una habilidad sorprendente conduce a los lectores a lo largo de cuatrocientas páginas, por una trama muy bien tejida, estructurada en dieciséis capítulos precedidos de un prólogo que sirve de antesala al desarrollo del argumento; que crece de menos a más en intensidad y calidad de estilo y que engancha por la prosa sencilla, asequible y ligera; con buenos y medidos diálogos perfectamente justificados, además de descripciones sin excesos que evitaban caer en el aburrimiento.
Sin duda la lectura no es dificultosa, llama la atención el ajuste de fechas que elige la escritora; Viena 1904, y la escasa diferencia de tiempo en el que transcurre la acción, de tal manera que personalmente me costó distinguir la parte de Viena en la que transcurren los momentos entre Hugo e Inés y la Viena de la investigación criminal. Salvando esas menudencias, destaca lo ágil, dinámica y amena que resulta en su conjunto.
Narrada a dos voces, Karl el investigador que engaña al principio pues se cae en el error de creer que se convertirá en el centro de la novela, utiliza la primera persona y cuenta a modo de recuerdo los hechos que se recrean en la trama; y una segunda voz narrativa que recurre a la primera y tercera persona indistintamente. Aprovechando este aspecto cabe mencionar que los personajes que absorben los papeles estelares son, Inés, Hugo y Karl, pero igualmente existen actores secundarios que completan la galería y contribuyen a la construcción de la obra.
No quiero dejar pasar el hecho de la importancia otorgada a la ciudad de Viena, tanto que la convierte en un personaje estrella alrededor de la que gravitan como satélites el resto de los ya mencionados. Profundizando en ella Carla se ha atrevido a mostrar las dos caras de una ciudad glamourosa, llena de artistas, bohemios, ricos excéntricos y familias nobles; junto a la Viena de inmigrantes, mendigos, asesinos, y clases marginales. En cualquier caso un reconocimiento por la exacta ambientación y documentación de la misma.
Terminar diciendo que el desenlace queda con la boca abierta, justo final para una lectura en la que al menos yo me pasé cambiando de culpable hasta que no me quedaron personajes, eso sí, resultó ser quien menos me esperaba lo que remató con agrado mi lectura.

Olvídate del mundo. Piensa solamente en lo que llevas piel adentro y sabrás qué dulce y qué sabroso es, de pronto, vivir”.

miércoles, 11 de junio de 2014

Deseo de chocolate, Care Santos

Son muchos los mortales que comparten el deseo irrefrenable hacia esta sustancia tan agradecida en cualquier momento del día; el chocolate forma parte de nuestras vidas desde la más tierna infancia y al menos cuando yo era niña se obtenía como un premio que aparecía sobre en un trozo de pan y al que todos llamábamos “jicara” y que disfrutábamos con deleite y tranquilidad, para que permaneciera el mayor tiempo posible en nuestro paladar con la esperanza de que durara su sabor hasta la siguiente entrega. Hoy se accede a él con facilidad, pero entonces era algo escaso y por ello muy apreciado.
Siempre se ha dicho que lo que se admira de niño se venera de adulto y eso debe pasar con el chocolate, nos transporta a esos momentos pasados, nos cura de depresiones,afloja tensiones,aminora el estrés, nos proporciona placer y dicen que es un sustituto de algo que no creo que sea verdad porque es sencillamente insustituible, lo otro digo...
Quiero dedicar el libro a una amiga que no comparte el placer de la lectura pero sí el de la pasión por el chocolate, debería leerlo por el simple motivo de disfrutar con los ojos lo que tanto disfruta con el gusto; para ti querida Reyes, una de las más fervientes y fieles seguidoras de este invento de la naturaleza.
Creo que era necesaria esta introducción para justificar mi decisión de leer esta obra que me atrajo por un título tan seductor como el sabor de lo que anuncia.
Junto al título he de confesar que la autora me daba garantías de no equivocarme ya que no es la primera novela que leo de Care Santos, “Habitaciones cerradas” y “El aire que respiras” ya forman parte de mis libros leídos y por cierto no comentados por lo que serán subidos al blog en fechas venideras. La autora una vez más demuestra su maestría narrativa y nos presenta una novela con tres historias independientes entre ellas ,que pueden ser leídas de forma aislada sin que entre los personajes existan relaciones familiares, afectivas o de hechos encadenados.
En esta ocasión Care elige como hilo conductor, la trayectoria “histórica” de una chocolatera que viaja a través de tres siglos y que permite construir tres historias independientes en un marco como es la ciudad de Barcelona, siendo ambos elementos los únicos puntos en común entre ellas.
Se entiende que el chocolate es el pretexto para construir una novela de original estructura ya que está narrada en sentido inverso algo poco habitual y que refuerza el carácter aislado de las historias. Sara, Aurora y Mariana son las protagonistas de tres narraciones a lo largo de los siglos XX, XIX y XVIII respectivamente, afianzando la elección de viajar en el tiempo desde el presente inmediato al pasado remoto.
A lo largo de cuatrocientas veinticuatro páginas la autora nos pasea por el maravilloso mundo del chocolate dando vida a tres microhistorias con personajes y escenarios perfectamente detallados y documentados; lo hace con un lenguaje sencillo, cercano y asequible.
Dividida en tres partes goza del encanto de presentarnos cada una de ellas con un precioso título lo que la hace más especial e inolvidable. “Guindilla, Jengibre y lavanda” para contar las experiencias de vida de Sara en la Barcelona moderna; “Cacao, azúcar y canela” para situarnos en uno de los siglos más convulsos de España y en el que se desenvuelve la vida de Aurora; y por último “Pimienta, clavo y achicora” para trasmitir los desafíos a los que se enfrenta Mariana en un siglo gremial de oficios no hechos para mujeres.
Para la narración Care recurre a ritmos y estilos distintos en consonancia con los hechos contados, de ahí que para la primera parte elija el presente, para la segunda el recurso de la conversación con la protagonista y para la tercera y última la primera persona. Alterna magistralmente el estilo moderno, el costumbrista y el teatral o tradicional según avanza en la novela y ajustándose al marco histórico relatado.
Sin duda habría que detenerse en los personajes principales pero para eso recomiendo leer la novela, ahora bien sin los secundarios no se hubiera dado forma a tan “dulce” narración.
Sin ser “actores” de carne y hueso reconozco que los grandes protagonistas son la chocolatera y la ciudad de Barcelona, fielmente descrita y que nos proporciona una imagen del cambio y evolución de la misma, desde lo que fue la Barcelona gremial del siglo XVIII, pasando por su transformación como pionera de la industrialización española, hasta la más reciente y ya alejada en el tiempo Barcelona pre olímpica.
Como ejemplo de buena documentación la autora hace un guiño a la Historia y atribuye como dueña del objeto preciado en el que se sirve el chocolate, a la hija de Luis XV de Francia, la infanta Adelaida.
Quiero terminar diciendo que aunque ha quedado demostrada mi pasión por el “chocolate” y mi “deseo” por hacer una reseña positiva de la novela, quiero ser justa y no omitir en el comentario, que por desgracia en conjunto no es brillante ya que las dos primeras partes son muy completas en todos los sentidos pero no ocurre lo mismo con la tercera que aburre y nada tiene que ver con las anteriores. Espero que no sea un motivo de peso para despreciarla y más una razón para mover vuestra curiosidad; de no ser así, siempre nos quedará una onza de chocolate...

El chocolate no hace girar al mundo, pero seguro hace que el viaje valga la pena”.

jueves, 5 de junio de 2014

Lo que no está escrito, Rafael Reig

Primera novela del escritor asturiano que tengo el atrevimiento de leer, he de confesar que mi elección fue accidental y justo decir también que intrigada por la sinopsis que prometía bastante por lo original del planteamiento argumental.
En no pocas ocasiones la extensión del libro es una motivación añadida y “Lo que no está escrito”, respondía a esas apropiadas trescientas páginas que sabes que te van a llevar dos o tres días a lo sumo, quizás menos si la cosa promete.
Podría encuadrarse en la novela negra pero al más puro estilo americano. El autor utiliza el recurso del relato dentro del relato que por lo general obliga al lector a implicarse más en la lectura del mismo. Sin duda a mi me ha pasado, lo que parecía una historia cotidiana se ha convertido en un thriller de terror, angustias y desvelos por descifrar el sentido de lo contado.
En el caso de esta reseña no tengo más remedio que contar algo de la trama para poder justificar mi comentario. Carlos, padre divorciado, recoge a su hijo Jorge de catorce años para pasar un fin de semana de excursión en la sierra y como por descuido, le deja a su ex mujer Carmen, un manuscrito de una novela que acaba de terminar.
Rafael Reig elige una estructura en capítulos de corta duración con diálogos bien aprovechados, en los que alternativamente asistimos al desarrollo del argumento en tres momentos; el viaje a la sierra de padre e hijo, la lectura de la mujer en su domicilio y la trama contada en el manuscrito. A medida que se suceden dichos capítulos la tensión y el ritmo crecen proporcionalmente, con una mezcla de realidad y ficción que se entrecruzan para generar una similitud vertiginosa entre las vivencias del pasado de Carmen y lo que ante sus ojos atónitos le presentan los folios del olvido.
Con estos componentes se acelera la lectura y se garantiza la curiosidad por conocer más de este relato a tres bandas. Sin demasiado esfuerzo he reconocido la rutina de la mayor parte de los mortales o al menos de hechos que nos rodean cotidianamente, a los que no somos ajenos y que sin pensarlo pueden sorprendernos inesperadamente cambiando para siempre nuestra existencia. La novela está plagada de alusiones a las familias desestructuradas, fracasos matrimoniales, relaciones de parejas complejas, degradación humana, miseria, secuestros, extorsión, delitos callejeros,, hábitos nocivos institucionalizados, actos de maldad premeditados, traumas no resueltos... y de todos estos rasgos dramáticos y deplorables en la mayor parte de los casos, el novelista se sirve para dar forma a los dos relatos principales.
De todas maneras, me ha parecido que Rafael pretendía llegar a una reflexión algo común y aceptada al menos por mi parte y es que los efectos de aquello que leemos, siendo el mismo texto, es muy diferente dependiendo de quien lo lee, cuando y bajo que condicionantes emocionales; de ahí que lo que para unos es una gran obra para otros pueda tildarse de bodrio.
Reconozco que me ha gustado a pesar de la dureza y obscenidad de algunos pasajes, también por la negatividad, infelicidad y pesimismo de todos los personajes, por la amargura y los dramas que les rodean, por la carga de realismo que llega a doler; pero es la vida desprovista de adornos, quizás ahí radica el misterio del por qué resulta entretenida y atrapa desde sus inicios.
Existe un hilo conductor que hilvana originalmente el paso de un capítulo a otro, pequeñas frases alusivas a un crucigrama y la solución a las respuestas de las definiciones. Para mi es una metáfora de nuestras vidas; en un crucigrama se coloca una palabra, el resto debe ir encajando entorno a las letras de esta, así hasta resolverlo totalmente, un hecho de nuestra vida sirve de plantilla para que todo lo que acontezca en lo sucesivo se ajuste al mismo, acomodándose irremediablemente unos tras otros hasta hacer inalterable nuestro destino, sin posibilidad de borrar o retocar ese primer eslabón.
Puede parecer retorcido pero hoy estoy metafísica...
Me parece apropiado resaltar que no es una novela que recomiendo a todos los lectores, pero aviso que de vez en cuando es bueno leer de todo y darse el gusto de quedar sorprendido gratamente por lo que a priori pudiera parecer rechazable. Hay que estar de buen ánimo y mejor dejar pasar la “playita”.

La amistad es un compromiso bilateral. Ambas partes deben aportar además de recibir”.

domingo, 1 de junio de 2014

El amor no es un verso libre, Susana Fortes

Siguiendo la atracción que despierta en mi una preciosa portada con aires de antigüedad, elegí esta novela, atrapada además por el gesto amoroso de la pareja a modo de instantánea fotográfica. Si a ello le uno su título “El amor no es un verso libre”, la curiosidad está servida en bandeja, de manera que pocas reflexiones quedaban por hacer para colocarlas en las lecturas pendientes. Como todo en la vida llega, le llegó su momento y aunque no es un premio Planeta ni para tirar cohetes, se deja leer, entretiene y resulta una fuente de documentación nada despreciable.
Podría catalogarla como una mezcla que abarca desde la novela romántica, el thriller político, el género de suspense o novela negra e incluso relato histórico; Susana Fortes construye una trama con ingredientes muy variados creando un cóctel de situaciones propias de todos y cada uno de los estilos anteriormente nombrados. Novela bastante escasas para el argumento que presenta, alrededor de doscientas noventa páginas que resultan insuficiente una vez que te has acomodado a su lectura.
Basada en la historia de amor que Pedro Salinas tuvo con una profesora estadounidense, hecho silenciado durante décadas y que Susana gracias a una ingente documentación,recupera magistralmente en esta novela, sustituyendo la figura del poeta por la de un profesor de universidad Diaz-Ugarte y una estudiante norteamericana que viene a completar sus estudios en el Madrid de 1935, alojándose en la Residencia de Estudiantes, núcleo representativo de lo más granado de la intelectualidad republicana de preguerra.
Nos presenta con enorme fiabilidad la España republicana donde están latentes las tensiones políticas, las intrigas, los escándalos, las codicias, las ambiciones desmedidas, en definitiva la corrupción española en estado puro y que ya dejaban sentir las “vísperas de sangre” del ambiente prebélico. En este escenario se desarrolla su argumento basado en dos historias paralelas pero entrelazadas en la trama; por un lado la desaparición y asesinato de un joven estudiante de la residencia que nos abre las puertas de la corrupta vida política y sus entresijos, siendo esta la parte más “negra” de la novela; y por otro, la historia de coqueteo y seducción de Ugarte y Kate que acaba en profundos sentimientos de amor en una sociedad encorsetada y presa de grandes convencionalismos sociales.
Narrada en tercera persona, estructurada en capítulos de corta duración, con diálogos frecuentes y todo ello con un estilo ágil y sencillo, lo que aporta un ritmo aceptable al relato. Respecto a los personajes es indudable que el peso recae sobre la pareja de enamorados, pero se echa en falta algo más de personalidad, de potencia en sus actuaciones, es como si sus perfiles hubieran quedados cogidos por “pinzas”. Ella representa la modernidad, él entra dentro de los estereotipos definidos de esta sociedad española, donde las imposiciones morales, sociales, familiares y religiosas cuentan todavía con un peso incuestionable.
La autora se permite las criticas a la torpeza del gobierno de la república, a sus actuaciones políticas y recrea con buena documentación este pasaje de nuestra historia de principios de siglo XX. Junto a este guiño histórico, la novela se perfila con temas secundarios imprescindibles en la arquitectura de este argumento; la cultura republicana, los magnates de las altas esferas, los clichés sociales, los negocios turbios, la represión, los abusos de poder, los ajustes de cuentas, las causas silenciadas... en definitiva situaciones que el tiempo no ha borrado y que forman parte de la sociedad actual.
No quiero terminar la reseña sin hacer mención a las cuñas que Susana Fortes introduce acerca de un pasaje desafortunado de la niñez de Kate Moore y que al principio descoloca al lector por no encontrar relación con lo narrado, pero justificado por la autora y no resulta inoportuno. Solamente encuentro un defecto desde mi humilde punto de vista, el final parece precipitado, tengo la sensación que de forma urgente lo introduce y da por acabada la novela y tal y como se iban desarrollando los acontecimientos podía haber dado juego para bastante más y no quedar esa visión algo mutilada de lo que es sin duda una obra acertada y bien recibida.

A la preocupación hay que ponerla en su sitio, fuera de nuestras vidas”.