miércoles, 21 de mayo de 2014

Azul Vermeer, Mar Mella

Imposible resistirse a un título donde aparece el nombre de uno de los grandes pintores de la pintura flamenca holandesa; Johannes Vermeer, tiemblo de emoción cuando entono su nombre, imaginaros lo que disfruto contemplando su obra, estudiando sus cuadros y conociendo los secretos que rodearon la vida de tan extraordinario artista.
Mar Mella ha escrito una novela cuyo argumento gira alrededor del viaje que vive uno de sus últimos cuadros desde el taller del pintor hasta nuestros días.
Podría contar la reseña y adelantar ligeramente el contenido de la obra, pero sería necesario leerla para apreciar todo lo que esta autora ha querido contarnos en su primera producción literaria. Siguiendo mi costumbre no lo voy hacer, pero os contaré porque creo que estaría bien que la leyerais.
La novela se ajusta a la extensión requerida para desarrollar una trama como la que plantea la escritora, cuando contamos menos de quinientas páginas nos sentimos capaz de enfrentarnos sin esfuerzo al argumento previsto. Su estructura nos es ya familiar, tres momentos temporales y tres ambientes para ir avanzando inteligentemente en un ir y venir del pasado al presente pero sin abusos, lo que facilita el seguimiento del relato. Dividida en capítulos presentados con nombres alusivos al mundo de la pintura y sus colores: “Del blanco plomo”, “Del rojo ocre”, “Amarillo India” y “Azul ultramar”; todos son exquisitamente descritos en lo que a sus orígenes se refiere aportando una serie de conocimientos que enriquecen enormemente la temática elegida para la novela.
Respecto a los personajes, dos adquieren el papel estelar, entorno a sus vidas pasadas y presentes gira el peso de la trama; junto a ellos otros secundarios, imprescindibles para el argumento y justificados en determinados pasajes por la trascendencia de sus actos. No son los únicos, pero al contrario que en otras ocasiones la galería de actores es reducida y se agradece porque le priva a la novela de una pesadez mal avenida. Hay que decir que todos están muy bien perfilados y descritos tanto física como psicológicamente, gracias a lo cual nos hacemos una idea cerrada de la personalidad de los mismos y las actuaciones que tienen en un mundo como el que presenta la escritora.
Como parte de la estructura argumental, Mar construye los personajes para intervenir de forma aislada, pero conforme se desarrolla la obra, hilvana sus vidas, actuaciones, relaciones familiares, pasados, secretos, inquietudes, trabajo, necesidades afectivas y dependencias, hasta incluirlos a todos en un lienzo que acaba formando parte de un mismo cuadro.
Contada en tercera persona, el escenario en el que se mueve la novela es el complejo mundo del arte con mayúsculas, la buena documentación de la que hace gala nos permite acceder al ámbito de los museos, las exposiciones, galerías, mecenas, marchantes, mercado negro, subastas, falsificaciones, los traslados de las obras y como no, el campo de la restauración, profesión que ejercen más de uno de los personajes.
Muchos son los temas que se tratan en “Azul Vermeer”; las relaciones familiares, infancias y hogares rotos, adversidades sociales y económicas, supervivencias extremas, pago de deudas, compromisos históricos, amistad incondicional, los triángulos amorosos... pero la vida del cuadro y la labor de los restauradores se lleva la palma. En un marco de intrigas alimentadas por todos estos aspectos, hemos aprendido curiosidades acerca de las pinturas, sus técnicas, métodos, soportes, mantenimiento, datación, pigmentos y lo que es más importante a niveles de “andar por casa”, apto para cualquier lector y sin necesidad de tener conocimientos previos en la materia.
Cuenta con un ritmo constante que no permite que nos perdamos en divagaciones ni caer en el aburrimiento, crece en interés y curiosidad tanto en lo referente a la trama como en el hecho de saber más de los grandes de la pintura flamenca, de agradecer las menciones a Van Eyck y por supuesto a Rembrandt; es un hecho constatado el amor por el arte y los misterios de esta escritora.
Creo que poco más tengo que decir para animar a su lectura, lo más agradable es que no deja cabos sueltos que tenga que recuperar forzadamente e incorporarlos a destiempo, todo perfectamente atado y como guinda un final sorprendente, no se puede pedir más. Tiene ciertos guiños hacia momentos de la Historia en los que el mundo del arte vivió grandes peligros siguiendo el destino de la humanidad que los vio nacer y perderse en el tiempo.
Despedirme diciendo que leerla con el entusiasmo que yo lo he hecho, proporciona tanto disfrute como la contemplación de un buen cuadro y si es de Johannes Vermeer y su “Azul ultramar” mejor.

Cada quien elige los labios que quiere besar, los ojos que quiere mirar, el corazón que quiere cuidar y a la persona a la que quiere alegrar”.

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