jueves, 10 de abril de 2014

Memorias de un sinvergüenza de siete suelas, Ángela Becerra


Impactante y colorida portada para una no menos delirante novela. Necesitaba una lectura para superar unos momentos de agobios que ya se estaban haciendo crónicos y tiré de este largo título que acabé por memorizar como “el sinvergüenza del pavo real” y en honor a la verdad me ha arrancado muchas risas y me ha hecho recordar un montón de tópicos de nuestra querida España que tan integrados tenemos en nuestro carnet de identidad y carta de presentación nacional.
Dentro de la narrativa hispanoamericana, Ángela Becerra relata a modo de memorias la trayectoria de la vida de un conquistador incorregible llamado Francisco Valiente. En su propio velatorio y teniendo a Sevilla como escenario, el finado recuerda sus andanzas y hace repaso de su vida deteniéndose en los actos más ruines y a la vez más generoso que le han llevado a ser el personaje más pintoresco de la capital hispalense.
Dicho relato está narrado a tres voces, junto a la del “sinvergüenza”, su esposa y su amante se convierten en las principales protagonistas del espectáculo que se vivirá en el plazo de veinticuatro horas, las utilizadas por la autora para revivir lo acontecido en la vida del también conocido como “El Hermoso”.
Al principio tuve la sensación de que me iba a encontrar con una novela como “Cinco horas con Mario”, pero nada más lejos de la realidad. Este curioso trío de narradores se sirven del funeral para expresar los sentimientos más profundos de la manera más esperpéntica imaginada. Cada uno de ellos como si de intermitentes de automóviles se tratara van interviniendo simultáneamente y relatando historias que no por grotescas dejan de parecer reales.
Asistimos al desmenuzamiento de una sociedad con todas sus caras representadas en personajes que abarcan desde políticos, banqueros, cantaores, toreros, ganaderos, constructores, amantes, prostitutas, religiosas, y todos los que nuestra imaginación alcance. Es una historia de miserias, vanidades, rencores, riesgos, mentiras, muerte, celos, miedos, excesos, lujos, pasiones, corrupción y emociones. “Un todo incluido” que le llamaría yo y que nos resulta extremadamente familiar. No hay que olvidar que existen pasajes con fuertes cargas de erotismo y sensualidad porque el trasfondo es la critica a la vida de un seductor en potencia y la autora lo ha quedado muy explicito a lo largo de la novela.
No sólo zarandea a la sociedad en general sino que se recrea en tradiciones y tópicos y en la institución del cotilleo y la falsa moral. Presenta evidentes dicotomías con parejas como la riqueza y la pobreza, amigos frente a enemigos, amores y odios... todos reflejados en las “historias” aportadas por los que desfilan ante el féretro del malogrado Francisco.
Prosa muy sencilla que engancha desde el principio por la frivolidad de lo contado; en el fondo por un lado he tenido la sensación de estar leyendo una triste historia de amor de adolescentes frustradas por las conveniencias e intereses sociales y por otro encontrarme ante un argumento de infidelidad y venganzas sin límites, donde cualquier cosa vale para hacerse daño incluso a uno mismo.
Personalmente he disfrutado porque ha sido capaz de arrancarme más de una carcajada, me ha permitido empatizar indistintamente con los tres narradores, me han gustado ciertos extremismos de Ángela para describir situaciones de amor, desamor y sexo. La recomiendo para todo el que quiera divertirse un par de tardes ya que su lectura es muy ágil por la abundancia de diálogos y la separación en capítulos de breve duración.
No quiero terminar sin garantizar que la elección de los pavos reales es acertada para justificar la existencia de los mismos en la vida de Valiente y por supuesto en la espectacular portada; y que el final por una vez ni me lo podía imaginar y por ello aplaudo a la autora por la generosidad del mismo como premio a sus lectores tras un velatorio tan intenso como original e inolvidable.

Quien con el diablo largas piezas de baile ejecuta, jamás podrá escoger la música de tan envenenadas baladas”.

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