viernes, 7 de marzo de 2014

El guardián del tiempo, Mitch Albom

Nunca sabes de cuanto tiempo puedes disponer hasta que éste te sobra cuando menos te lo esperas y deseas. Estaba disfrutando de semejante beneficio en el momento en el que buceando en mi biblioteca me topé con “El guardián del tiempo” y mi asombro inicial ante tal título me llevó a preguntarme si es que alguien guarda y vigila el tiempo... Los relojes, esos maravillosos objetos que marcan las pautas de todos nuestros actos son el testimonio más fiel y cotidiano de que eso que tanto disfrutamos pasa inexorablemente delante de nuestra narices y no niego que tenga guardián pero de lo que estoy segura es que campa libremente sin que nadie haga lo que tanto quisiéramos; detenerlo.
En esta maravillosa y entretenida fábula, repleta de frases de esas que me gustan coleccionar, se afirma que el tiempo es el tesoro más preciado y valioso que tenemos, pero que no tiene dueño, no se compra ni se vende, llega a ser nuestro aliado cuando deseamos que pase rápidamente y nuestro enemigo cuando en una bofetada de lucidez observamos la velocidad de su recorrido. El gigante del “tiempo” se convierte en el organizador de nuestra existencia, divide nuestra realidad en pequeñas parcelas: segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años... así hasta el final de la vida. Muchos mortales viven atemorizados por el paso del tiempo, tanto que no lo disfrutan y es que hasta para decir los años que cumplimos recurrimos a tretas para engañar a quien es el más sabio de todos dueños de nuestra presencia.
El autor de esta narración utiliza el hilo conductor del “tiempo” y crea una trama entorno a tres personajes; el guardián, condenado a la eternidad por la osadía de medir ese paso de la existencia humana, Sarha una adolescente que quiere dejar de prescindir del don del “tiempo” y Víctor, obsesionado con convertirse en inmortal y convencido en su soberbia de burlar al paso del “tiempo”.
Doscientas veinticuatro páginas ambientadas entre lo fantástico y la realidad, con una cronología que comienza en la Prehistoria y nos lleva hasta el Nueva York actual gracias al desarrollo de tres historias independientes que al final convergen originalmente. La temática roza las tildes de autoestima de intentos por valorar aquello que diariamente no apreciamos por considerarlo eterno, de llamada a la reflexión sobre el uso y disfrute que hacemos del tiempo que nos toca vivir.
Como en toda fábula la mezcla de lo ficticio y realidad no extraña a nadie, delicadamente nos hace asumir que el “tiempo” nunca marcha enteramente a nuestro gusto, que somos esclavos de él irremediablemente, que marca nuestros actos desde que amanece hasta que anochece,que no deja indiferente a nadie,que la vida es tan frágil como el “tiempo” que la sostiene y que más vale que ante la evidencia de su caminar y desconociendo su duración, al menos supiéramos usarlo inteligentemente...
Para finalizar quiero destacar lo mucho que me gustó un repertorio de elementos que embellecen este relato; el reloj de arena, la Torre de Babel, los lamentos y quejas de los mortales, la cueva del agua y las ansías de inmortalidad reclamadas por la humanidad. Todos ellos encontrarán justificación si decidís leer la fábula. Sin duda la gran misión del autor es darnos una lección de cómo apreciar el “tiempo” transcurra a la velocidad que él mismo decida y en contra de nuestra insignificante voluntad.

Cuando el tiempo es infinito, nada es especial. Sin perdidas ni sacrificios no podemos valorar lo que tenemos”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario