viernes, 4 de octubre de 2013

El tiempo que nos une, Alejandro Palomas

No es la primera vez que me dejo seducir por la portada de un libro sin saber si la historia que relata será lo que busco o por el contrario, será sólo eso, una buena elección fotográfica. Por supuesto al dar la vuelta al libro está nuestra deseada sinopsis que acaba por determinar la apertura del mismo o la búsqueda de otra foto más bonita que acompañe a un buen argumento. Me pareció que cumplía los requisitos y le di una oportunidad a ese par de voladores que se lanzan al cielo en sus respectivos columpios.
Es difícil no contar algo del argumento de esta novela de mujeres, de personajes perfectamente perfilados por un hombre que ha captado la esencia femenina al completo, en lo íntimo y en lo superficial. El papel protagonista se lo otorga a Mencia una anciana de noventa años, matriarca de una familia de mujeres que se convierte en la columna vertebral de un clan marcado por experiencias brutales y desgarradoras en todos y cada uno de sus miembros. Madre, amiga, confidente, abuela, asume inteligentemente a pesar de su edad, el timón de la barca en la que navega su tribu a la deriva, con el objetivo de llevar a todos sus ocupantes a un puerto de serenidad que les haga superar sus dramas individuales bajo el paraguas de su arrolladora e incansable fuerza.
Representa el personaje valiente curtida por la vida, de mal carácter con una fachada de dureza que en ocasiones nos lleva a rechazar sus métodos pero antes los cuales nos rendimos tras sus logros. Todas esas mujeres arrastran penas que les afectan en común por el hecho de pertenecer a la misma familia, de ahí que el autor defienda el relato en función de la necesidad de alegar por la familia como la tabla de salvación por encima de experiencias del pasado y rencores enquistados.
Dividida en capítulos facilita enormemente la lectura, narrado en primera persona, de lenguaje sencillo y plagada de diálogos que le aportan dinamismo a la historia. Aunque prevalece el dolor y la emotividad de las experiencias sufridas por estas mujeres, las notas de humor rebajan el dramatismo de los "palos"  reales que nos pueden haber dado a cualquiera a lo largo de nuestras vidas.
Defiende Alejandro en sus palabras en boca de sus “mujeres” que cada cual elige el como y el cuando superar sus tragedias, la ausencia de fórmulas de libro para ello; que no existe un tiempo ni un límite para recuperarse del dolor por lo perdido y que la debilidad o la fuerza no tiene fecha de caducidad... es cuestión de “tiempo”.
Destacar que toda la novela invita a una reflexión profunda acerca de los valores que nos rodean y que normalmente ignoramos; regala a la familia un papel relevante para enfrentarse a desafíos del alma, del corazón y aboga por el eje común que pueda reforzar los lazos tensados a lo largo de la vida. Para nuestro autor, Mencia es ese eje que deshace los nudos de la madeja familiar; sin duda desde el principio se rechaza el proceder de una mujer con semejantes armas, de ahí que resulte un ejercicio de voluntad el empatizar con ella; pero, una vez que avanza la trama reconoces que en nuestra vida, al menos en la mía, no hubiera estado de más una Mencia que me hubiera dado ese calor incondicional que en el fondo hace de la vida un paseo y no un duroy escabroso camino.

En las adversidades sale a la luz nuestras más grandes virtudes”.

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